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José Luis Molleda González (Pola de Siero, 1970) cumplirá el próximo 8 de marzo cinco lustros como empleado del Ayuntamiento de Siero. Ha pasado por varias áreas municipales, pero lo que nos trae aquí son sus servicios de ordenanza, chofer y lo que ... se tercie para cinco alcaldes consecutivos. Antes fue operario de Aguas en la época de Manuel Villa, del que recuerda que «le apasionaba» aquel servicio. Y, tras nueve meses de baja por enfermedad, el siguiente regidor José Aurelio Álvarez le permitió ocupar un cargo compatible de notificador: «Le debo muchísimo, porque, si no, me hubieran jubilado con 28 años». De ahí pasó a la centralita y luego estuvo dos años a la vera de Juan José Corrales, en una época que califica como «bastante convulsa». Y desde 2010 ha sido el comodín de otros cuatro alcaldes de tres partidos diferentes. Supo adaptarse bien a sus costumbres y manías y con todos mantuvo un trato correcto y muy personal. «Yo trabajo para el alcalde de Siero, del partido que sea y el que hayan elegido los ciudadanos», aclara.
Lo más positivo de su tarea es poder salir fuera del Consistorio y viajar, aunque sea para estar apenas 45 minutos en Madrid y regresar conduciendo de nuevo a la Pola, como le sucedió una vez. «Te mueves mucho, pero también te obliga a tener disponibilidad total y eso la familia lo sufre», afirma este funcionario a un móvil pegado. Y la discreción se le supone, como el valor al soldado: «Uno vale más por lo que calla que por lo que dice». Molleda se encarga también de la emisión de los plenos por internet y de resolver cuestiones de sonido, telefonía, informática o de la actual administración electrónica. «No soy un funcionario al uso con un horario fijo», resume.
Afirma que el momento más desagradable de su trayectoria profesional fue con los descuentos por los cobros irregulares de la plantilla: «Nos marcó a todos, a funcionarios y a políticos». Y el más gratificante se produjo en mayo pasado cuando un viernes obtuvo una plaza de auxiliar administrativo –que ocupará cuando sea mayor– y de lunes ganó el concurso para ser jefe de grupo de ordenanzas. Su cargo le convierte en «la cara del Ayuntamiento» y eso conlleva aguantar carros y carretas, pero también le brinda momentos hilarantes, como cuando, al día siguiente de un Carmín, dos sevillanos ebrios le solicitaron ver al alcalde para pedirle dinero prestado para pagar un taxi.
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