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JUAN VEGA
MOSQUITERA (SIERO).
Domingo, 22 de diciembre 2019, 01:34
«Aquí fue donde tuve tanta suerte». Son las primeras palabras de Roberto Lastra, de 73 años, tras situarse, después de mucho tiempo, frente al castillete del pozo sierense de Mosquitera, donde hace exactamente treinta años se originó un incendio que acabó con la vida de cuatro mineros. Lastra, que trabajó de picador durante veintitrés años en las entrañas de Asturias, fue, junto a su primo Luis, la última persona que la Brigada de Salvamento de Hunosa sacó, casi sin vida, del infierno que se vivió en la planta número siete del pozo después de que una de las cintas transportadoras de carbón se incendiase a eso de las nueve y media de la mañana ocasionando una gran humareda y atrapando a varios mineros en su interior.
En el momento del suceso, Roberto y Luis se encontraban trabajando en la planta número ocho, de más de quinientos metros de longitud, pero sin salida. En un primer momento, las previsiones de las autoridades eran muy pesimistas acerca de sacar con vida a los mineros atrapados debido a la densidad del humo. A pesar de no recordar con exactitud cuándo y cómo los servicios de emergencia le sacaron del pozo, Lastra recuerda a la perfección como él y su primo lograron sobrevivir: «Hicimos varios agujeros en los cables de los martillos neumáticos e hicimos vacío con las manos para poder respirar aire limpio». Además, continua, «cuando se comenzó a agotar el aire, cada poco tiempo le daba en el brazo a Luis para comprobar si seguía vivo, nos encontraron de chiripa».
Una vez rescatado, el picador estuvo ingresado hasta el día cinco de enero del año siguiente en el Hospital Valle del Nalón, de Langreo, donde, rememora , que el catéter que le introdujeron en el brazo se le infectó debido a la suciedad del polvo del carbón y le ocasionó, durante varios, días un proceso febril que sumado a la cantidad de humo inhalada estuvo a punto de acabar con su vida. Su hijo, Javier Lastra asegura que el día 22 de noviembre de 1989 es una fecha que le marcó para siempre ya que se encontraba trabajando en Cantabria y, al no existir la inmediatez de los medios de comunicación, se enteró por la noche de lo que le había sucedido a su padre: «Cuando te dicen que un familiar ha sufrido un accidente en la mina siempre te temes lo peor, es muy traidora». Las navidades ya no son lo mismo para mí desde entonces», explica. Después de la tragedia, Lastra trabajó tan solo quince días más en la mina antes de jubilarse. «Cómo va a trabajar este hombre más si todavía está echando humo por la boca», recuerda, con cariño, las palabras de su capataz.
La gran cantidad de humo procedente del interior del pozo ocasionado por la combustión del carbón y de la madera que servía para postear la galería salió masivamente al exterior por la bocamina y se extendió por un radio de más de ciento cincuenta metros a la redonda. Pequeñas localidades mineras como Tuilla, El Rosellón y El Cuto tuvieron que ser desalojadas por las autoridades para que sus habitantes no se vieran afectados por el monóxido de carbono originado durante las labores de extinción. En el momento de iniciarse el incendio se encontraban en el interior del pozo más de doscientos trabajadores del primer relevo. «Llevaríamos un par de horas trabajando cuando se produjo el siniestro», recuerda Blanco. Muchos de ellos, lograron escapar y salvar la vida gracias a que una de las galerías de Mosquitera se encontraba comunicada con otra del pozo de Pumarabule, ubicado, a escasos tres kilómetros, en Carbayín Bajo. La tragedia de Mosquitera no se volverá a repetir. En Asturias aún queda mucho carbón, pero la 'especie minera' asturiana se extingue, poco a poco, al aire libre fuera de su hábitat natural.
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