La hija mayor de Rubén Fonseca, Nerea, se aferraba este martes, destrozada, al casco de su padre a las puertas de la iglesia parroquial de Santa Cruz de Marcenado. Una de las pasiones de su padre, la moto, era el vínculo que trataba ... de hacerla fuerte antes de la despedida. Pero la joven no estaba sola. Numerosos familiares y amigos de Rubén se acercaron hasta la parroquia para darle el último adiós a «un buen padre, hijo, esposo y vecino». Todos coincidieron en el amor del sierense por su familia y su capacidad de trabajo y sacrificio.
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El párroco de Marcenado, Juan Hevia, aseguró durante su homilía que se enteró por la radio del tráfico suceso de El Berrón y que, pese a que a los curas «ningún fallecimiento les resulta indiferente», hay «algunos que son especiales y la muerte de Rubén me llegó muy de cerca». «Nos reunimos desde el dolor por una muerte inesperada», continuó y recalcó que «no hay palabras que sustituyan la ternura y la caricia del cariño de Rubén».
Raúl García, amigo de Rubén, le definió como «una persona muy buena, que no hacía daño a nadie», al que «le gustaban mucho las motos y el pádel, pero sobre todo sus amigos y su familia». «Era una bella persona, no se lo merecía», añadió. «Ha sido un golpe muy duro para todos, sobre todo para sus padres», concluyó.
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