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Un hombre excepcional y visionario. Son los calificativos más recurrentes al mentar la figura y el legado que dejó en Siero el ingeniero de caminos riojano Ildefonso Sánchez del Río, de cuyo fallecimiento se acaban de cumplir cuarenta años. El artífice de la plaza ... cubierta o del pionero Plan de Ensanche de la Pola nació en Haro en 1898, cursó sus estudios en Madrid en la prestigiosa Institución Libre de Enseñanza, el Instituto Cardenal Cisneros y en la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, donde concluyó su carrera en 1922.
Ese mismo año se trasladó a Asturias –de donde era natural su padre– para ejercer como ingeniero en el puerto de San Esteban de Pravia. Y, entre 1924 y 1941, fue el ingeniero municipal del Ayuntamiento de Oviedo.
El historiador sierense Fructoso Díaz sostiene que la primera toma de contacto con Siero pudo venir por mediación del entonces alcalde ovetense, José María Fernández-Ladreda, quien residía en Bobes y dirigía la Fábrica de Metales de Lugones. Díaz subraya también que el maestro de Sánchez del Río, José Eugenio Ribera –uno de los primeros investigadores del hormigón armado en España– había ejecutado a principios de siglo varias obras en Siero: la Azucarera de Lieres, varias terrazas en la fábrica de cervezas de Colloto y la conducción de aguas para el Palacio de la Marquesa de Canillejas, en Valdesoto.
En Siero gobernaba a finales de los años veinte el alcalde José Parrondo Presa, un regidor reformista con proyectos tan ambiciosos para la época como la construcción de escuelas en las parroquias, la traída de aguas para la Pola o promover el desarrollo urbanístico de una villa con casi dos mil habitantes, de los casi 31.000 que residían en el concejo, dispersos en 168 núcleos de población.
En noviembre de 1928, el alcalde Parrondo propuso nombrar a Ildefonso Sánchez del Río como director de obras del colector de Pola de Siero, su primer proyecto para el Ayuntamiento, donde su impronta ha pervivido hasta el presente. De 1928 data también el proyecto de abastecimiento de agua de la Pola, seguido un año después del de Lugones, cuya entrada en servicio se demoró dos décadas. Ambos depósitos se mantienen aún operativos.
De ese período es la obra cumbre del ingeniero harense: la plaza cubierta polesa, levantada en unos terrenos adquiridos al Marqués de Santa Cruz de Marcenado. La obra se inició en el verano de 1929 y se inauguró a finales de 1931. Tuvo un coste de 338.346 pesetas, incluidos los puestos interiores de mármol, pavimentos, alcantarillado y los servicios sanitarios. Con una planta en forma de triángulo rectángulo isósceles para sortear las peculiaridades de la parcela, el edificio se construyó con hormigón armado y vidrio.
La cubierta consta de dos bóvedas simétricas con dovelas onda y el espacio interior era diáfano y sin apoyos, una originalidad que fue hurtada con la polémica reforma de 1985, que intentó imitar una ciudad en dos plantas y que se acabó convirtiendo en un laberinto. Otra reforma integral devolvió en 2009 ese espacio inhóspito a su estado original. Para Fructuoso Díaz, ese edificio representa «en la nueva ciudad contemporánea, la íntima relación existente entre la arquitectura, el orden social burgués y el deseado progreso».
En 1932, Sánchez del Río entrega el proyecto de Ensanche de la Pola, otra actuación capital para el devenir urbanístico de la villa y que ha sido la base de los planes sucesivos. De ese año es también el encargo para proteger los manantiales de Careses que abastecían a la capital. En 1934 realizó los proyectos de abastecimiento de agua de Colloto y Carbayín Alto –con un original depósito en forma de copa-, y la carretera de Limanes a Tiñana. Y en 1936 proyectó el alcantarillado de Lugones.
A principios de los años cuarenta, el ingeniero se marchó la región para emprender nuevos proyectos profesionales. Cabe recordar que fue cofundador en 1941 de la empresa Dragados y Construcciones, absorbida en el nuevo milenio por el grupo ACS, que preside Florentino Pérez. Sánchez del Río retornó a Siero en los años setenta para rematar la plaza cubierta y realizar nuevas cubiertas de hormigón armado en el antiguo mercado de ganado poleso, entre ellos, los tres famosos paraguas invertidos.
Hoy en día, solo se conserva la cubierta de la actual comisaría de la Policía Local y el paraguas principal, rehabilitado recientemente por la Oficina Técnica Municipal de Siero, con la participación del arquitecto catalán Robert Brufau –considerado como uno de los mayores expertos en la obra de Sánchez del Río– y el ingeniero de caminos Antonio Aguado de Cea, una eminencia en el cálculo de estructuras. Como curiosidad, ese paraguas abarca intencionadamente un día de bueyes, una unidad de superficie empleada en el ámbito rural.
De forma paralela a su trabajo para el consistorio sierense, Sánchez del Río asumió en los años treinta otros encargos privados, como la línea eléctrica entre Oviedo y Lugones, que suministraría de alumbrado a los pueblos de La Fresneda, Viella y Bobes; participó en un tramo de la carretera entre Oviedo y la Pola o ejecutó el proyecto de abastecimiento de agua de la mina de La Collá. Y en los cincuenta realizó la nave industrial de Mersa, en Lugones, y la fábrica de ladrillos refractarios, de Viella.
Díaz subraya otro proyecto frustrado que muestra la prodigiosa visión de futuro de este hombre. Y es que en 1928 planeó una autopista entre Oviedo y Gijón. «Fue una idea prematura, teniendo en cuenta la escasa entidad del parque de vehículos de tracción mecánica en aquellos años» –afirma el historiador– «Y visionaria, si lo consideramos como el más claro precedente de nuestra Autopista Y de los años setenta, y del proceso urbanizador del área central metropolitana de Asturias». Su idea era construir barriadas a lo largo de la autopista para descongestionar las dos grandes ciudades y establecer un servicio de autobuses para los trabajadores. «La velocidad era una de las pasiones de la fiebre vanguardista, que había convertido al automóvil y al avión en iconos de la modernidad y en encarnaciones de las ideas de cambio y de progreso», apunta.
El arquitecto municipal de Siero, José Benito Díaz, es otro admirador confeso del ingeniero riojano, de quien destaca «su inmensa imaginación, la gran intuición y su extraordinaria inteligencia». Tuvo oportunidad de conocerle en persona en dos ocasiones y también se queda con «su gran bonhomía». Díaz prosigue con los elogios: «Pensaba en otra galaxia y tenía la cabeza amueblada en 3-D; era, además, un mago de la estructura: estaba dentro de ella y sabía cómo funcionaba cada acero, cada cable y la tensión de cada pieza resistente. Y calculaba en un folio lo que a otros les llevaría ahora mucho tiempo de trabajo en el ordenador». También resalta «su gran cariño por la construcción» y su visión de futuro: «Era experimental en una época con falta de medios y hacía cosas que apenas se realizan hoy en día». Díaz no duda en calificarle como «un hombre del Renacimiento: sabía de todo y casi todo lo hacía bien».
Si Sánchez del Río alcanzó fama internacional por sus obras de ingeniería, para el jefe de la Oficina de Gestión Urbanística de Siero, Manuel Is, «no menos relevante ha sido para la Pola su faceta como redactor del Plan de Ensanche de 1932, que se ha mantenido vigente, prácticamente sin cambios, desde entonces, y que se respetó su concepción de la ordenación urbanística de Pola en todos los planes posteriores».
Is añade que las Normas Complementarias y Subsidiarias de Planeamiento de Siero del año 1976 «mantuvieron la estructura de tipo concéntrico del Plan de Ensanche con ligeras variaciones». Y califica como «sorprendente» que el PGO de 1988 –o sea, 56 años después– y la Revisión de 2002 «siguen manteniendo la traza viaria y la ordenación de la mayoría de las manzanas del ensanche en torno a los ejes de las calles Alcalde Parrondo, Celleruelo, Florencio Rodríguez, Marquesa de Canillejas, Ángel Embil y El Rebollar, así como las manzanas concéntricas, incluyendo plazas y espacios públicos».
Resalta, asimismo, que el crecimiento de la Pola hacia el sur y el este «pivota alrededor de un elemento fundamental, que le da centralidad y sentido a todo el Plan de Ensanche, y es la plaza cubierta, construida poco antes, a pesar de las numerosas críticas recibidas de vecinos, comerciantes y políticos por la elección del solar, y que hoy se confirma como una decisión estratégica de un visionario difícilmente repetible». Y apunta otro detalle de su genialidad: «Hizo la plaza cubierta con 30 años y el Plan de Ensanche, con 34».
El Archivo Municipal de Siero, un referente en la región, alberga abundante documentación sobre Sánchez del Río y material gráfico de sus actuaciones. La archivera, Rosa Villa, conoce, además, de primera mano algunas anécdotas simpáticas del ingeniero, algunas de ellas relatadas por quien fuera su aparejador, Jaime Llames. Cuando finalizó el primer paraguas invertido del mercado, Llames le preguntó: «Ildefonso, ¿y ahora qué hacemos». Del Río le respondió: «Ahora dale la vuelta».
Era un hombre tan alto que cuando se hizo una maqueta previa a la ejecución del paraguas principal, el pilar era casi de su estatura, como atestiguan algunas fotografías. Y cuando se concluyó la pieza definitiva fue el primero en subirse a su criatura para realizar la prueba de carga, junto al sacerdote.
«Y jamás perdonaba la 'prubina' diaria», asegura Villa, en referencia a la famosa compuesta de vermú que se elaboraba en el poleso bar La Petaca. «Dicen que era un hombre muy serio, pero coñón», concluye.
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