-U402337558qrF--1968x1224@El%20Comercio-ElComercio.jpg)
Ver fotos
Secciones
Servicios
Destacamos
Ver fotos
JOSÉ CEZÓN DOMÍNGUEZ
Jueves, 10 de diciembre 2020, 03:20
Un hombre excepcional y visionario. Son los calificativos más recurrentes al mentar la figura y el legado que dejó en Siero el ingeniero de Caminos riojano Ildefonso Sánchez del Río, de cuyo fallecimiento se acaban de cumplir cuarenta años. Nacido en Haro en 1898, estudió en Madrid en la prestigiosa Institución Libre de Enseñanza y en la Escuela de Ingenieros, donde concluyó su carrera en 1922. Ese mismo año se trasladó a Asturias -de donde era natural su padre- para ejercer como ingeniero en el puerto de San Esteban de Pravia. Y, entre 1924 y 1941, fue el ingeniero municipal de Oviedo.
El historiador local Fructoso Díaz sostiene que su primera toma de contacto con Siero pudo venir por mediación del entonces alcalde ovetense, José María Fernández-Ladreda, quien residía en Bobes y dirigía la Fábrica de Metales de Lugones. Díaz subraya también que su gran maestro, José Eugenio Ribera -uno de los primeros investigadores del hormigón armado en España- había ejecutado a principios de siglo varias obras en Siero: la Azucarera de Lieres, varias terrazas en la fábrica de cervezas de Colloto y la conducción de aguas para el Palacio de la Marquesa de Canillejas, en Valdesoto.
En Siero gobernaba a finales de los años veinte el alcalde José Parrondo Presa, un regidor reformista con proyectos muy ambiciosos para la época, como las escuelas rurales, la traída de aguas a la Pola o el desarrollo urbanístico de una villa con casi dos mil habitantes, de los casi 31.000 residentes en el concejo. En noviembre de 1928, Parrondo propuso nombrar a Sánchez del Río como director de obras del colector de la Pola, su primer proyecto para el Ayuntamiento. De 1928 data también el proyecto de abastecimiento de agua de la Pola, seguido un año después del de Lugones, cuya entrada en servicio se demoró dos décadas. Ambos depósitos siguen aún operativos.
De ese período es la obra cumbre del ingeniero harense: la plaza cubierta polesa, levantada en unos terrenos adquiridos al Marqués de Santa Cruz. La obra se inició en el verano de 1929 y se inauguró a finales de 1931 con un coste de 338.346 pesetas. Con una planta en forma de triángulo rectángulo isósceles para sortear las peculiaridades de la parcela, el edificio se construyó con hormigón armado y vidrio.
La cubierta consta de dos bóvedas simétricas con dovelas onda y el espacio interior era diáfano y sin apoyos, una originalidad que fue hurtada con la polémica reforma de 1985, que intentó imitar una ciudad en dos plantas y que se acabó convirtiendo en un laberinto. Otra reforma integral devolvió en 2009 ese espacio inhóspito a su estado original. Para Fructuoso Díaz, ese edificio representa «la íntima relación existente entre la arquitectura, el orden social burgués y el deseado progreso».
En 1932, Sánchez del Río entrega el proyecto de Ensanche de la Pola, otra actuación capital que ha sido la base de los planes urbanísticos posteriores. Ese año se le encargó también proteger los manantiales de Careses que abastecían a la capital. En 1934 realizó los proyectos de abastecimiento de agua de Colloto y Carbayín Alto -con un original depósito en forma de copa-, y la carretera de Limanes a Tiñana. Y en 1936 proyectó el alcantarillado de Lugones.
A principios de los años cuarenta, el ingeniero se marchó la región para emprender nuevos proyectos profesionales. Fue cofundador en 1941 de la empresa Dragados y Construcciones. Y retornó a Siero en los años setenta para rematar la plaza cubierta y realizar nuevas cubiertas de hormigón armado en el antiguo mercado de ganado, entre ellos, los tres famosos paraguas invertidos. Hoy en día, solo se conserva la cubierta de la actual comisaría y el paraguas principal, recién rehabilitado por la Oficina Técnica Municipal, con la participación del arquitecto catalán Robert Brufau -uno de los mayores expertos en la obra de Sánchez del Río- y el ingeniero de caminos Antonio Aguado de Cea. Como curiosidad, ese paraguas abarca a propósito un día de bueyes, una unidad de superficie empleada en el ámbito rural.
De forma paralela, Sánchez del Río asumió en los años treinta otros encargos privados, como la línea eléctrica entre Oviedo y Lugones, que alumbraría los pueblos de La Fresneda, Viella y Bobes; participó en un tramo de la carretera entre Oviedo y la Pola o ejecutó el proyecto de abastecimiento de agua de la mina de La Collá. Y en los cincuenta realizó la nave industrial de Mersa, en Lugones, y la fábrica de ladrillos refractarios, de Viella.
Díaz subraya otro proyecto frustrado que muestra su prodigiosa visión de futuro. En 1928 planeó una autopista entre Oviedo y Gijón. «Fue una idea prematura, teniendo en cuenta la escasa entidad del parque de vehículos en aquellos años», afirma el historiador, «y visionaria, si lo consideramos como el más claro precedente de nuestra autopista Y de los años setenta, y del proceso urbanizador del área central metropolitana de Asturias». Su idea era construir barriadas a lo largo del trazado para descongestionar las dos grandes ciudades y crear una línea de autobuses para obreros.
El arquitecto municipal de Siero, José Benito Díaz, es otro admirador confeso del ingeniero riojano, de quien destaca «su inmensa imaginación, la gran intuición y su extraordinaria inteligencia». Tuvo oportunidad de conocerle en persona y también se queda con «su gran bonhomía». Díaz prosigue con los elogios: «Pensaba en otra galaxia y tenía la cabeza amueblada en 3D; era, además, un mago de la estructura: estaba dentro de ella. Y calculaba en un folio lo que a otros les llevaría ahora mucho tiempo de trabajo en el ordenador». También resalta «su gran cariño por la construcción» y su visión de futuro: «Era experimental en una época con falta de medios y hacía cosas que apenas se realizan hoy en día». Díaz no duda en calificarle como «un hombre del Renacimiento: sabía de todo y casi todo lo hacía bien».
Para el jefe de la Oficina de Gestión Urbanística de Siero, Manuel Is, «no menos relevante ha sido para la Pola su faceta como redactor del Plan de Ensanche de 1932, que se ha mantenido vigente, prácticamente sin cambios, desde entonces, y que se respetó su concepción de la ordenación urbanística de Pola en todos los planes posteriores».
Is añade que las Normas Complementarias y Subsidiarias de Planeamiento de Siero de 1976 «mantuvieron la estructura de tipo concéntrico del Plan de Ensanche con ligeras variaciones». Y califica como «sorprendente» que el PGO de 1988 y la Revisión de 2002 «siguen manteniendo la traza viaria y la ordenación de la mayoría de las manzanas del ensanche en torno a los ejes de las calles Alcalde Parrondo, Celleruelo, Florencio Rodríguez, Marquesa de Canillejas, Ángel Embil y El Rebollar, así como las manzanas concéntricas, incluyendo plazas y espacios públicos».
Resalta, asimismo, que el crecimiento de la Pola hacia el sur y el este «pivota alrededor de un elemento fundamental, que le da centralidad y sentido a todo el Plan de Ensanche, y es la plaza cubierta, construida poco antes, a pesar de las numerosas críticas recibidas de vecinos, comerciantes y políticos por la elección del solar, y que hoy se confirma como una decisión estratégica de un visionario difícilmente repetible». Y apunta otro detalle de su genialidad: «Hizo la plaza cubierta con 30 años y el Plan de Ensanche, con 34».
La archivera municipal, Rosa Villa, conoce de primera mano algunas anécdotas del ingeniero, que le relató su aparejador, Jaime Llames. Cuando finalizó el primer paraguas invertido, Llames le preguntó: «Ildefonso, ¿y ahora qué hacemos». Del Río le respondió: «Ahora dale la vuelta». Era un hombre tan alto que cuando se hizo una maqueta previa a la ejecución del paraguas principal, el pilar era casi de su estatura, como atestiguan algunas fotografías. Y cuando se concluyó la pieza definitiva fue el primero en subirse para realizar la prueba de carga, junto al sacerdote.
«Y jamás perdonaba la 'prubina' diaria», asegura Villa, en alusión a la famosa compuesta de vermú que se elaboraba en el bar poleso La Petaca. «Dicen que era un hombre muy serio, pero coñón», concluye.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Jessica M. Puga | Gijón y Samantha Acosta
Cristina Cándido y Álex Sánchez
Rocío Mendoza | Madrid y Lidia Carvajal
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.