El Carmín de la Pola cambia La Sobatiella por las terrazas

Pola de Siero vivió ayer su Carmín más singular. Por primera vez en 38 años no acudieron a la capital del concejo decenas de miles de personas para disfrutar del tradicional desfile, de la folixa en el prau de La Sobatiella y de una jornada que termina con los primeros rayos de sol del nuevo día. En su lugar, fue el Carmín más local con un único protagonista: los polesos. Muchos de ellos aprovecharon el día festivo para ir a la playa y descansar. Sin embargo, 'la resistencia' polesa aprovechó para inundar de folixa las terrazas de los bares. «Estamos muy orgullosos, la gente se ha portado», destacaron los hosteleros, quienes a su modo buscaron la forma de atraer clientela y mantener a flote su negocio en el Carmín «más diferente» que recuerdan.

En esta ocasión, la lluvia no arruinó el día grande de la capital del municipio sierense. Tampoco podía, y eso que amenazó con hacerlo. Los polesos no lo iban a permitir. La jornada comenzó mucho más temprano de lo habitual en los bares, que vivieron una jornada larga de vermú. A pesar de ser fiesta local, alguno tuvo que apurar la bebida sin alcohol para tener que irse al trabajo. «Si hay ambiente por la noche pienso volver, si hay que rengancharse un día hoy es el indicado», comentó Miguel Parajón en una terraza minutos antes de marcharse a trabajar.

Poco a poco, los grupos de personas se fueron acumulando en las terrazas y los culinos de sidra tomaron protagonismo en las mesas. La diferencia con el año pasado fue evidente, del prau se pasó al asfalto. Para Héctor Díaz la situación actual es cuestión de «adaptación»: «Lógicamente nos gustaría estar en La Sobatiella, hoy es la fiesta de aquí y, por eso, vamos a aguantar como si estuviésemos allí».

Una opinión que compartió la reina de las fiestas de este año, Mónica Carrión, quien debido a la crisis del coronavirus ha gozado de un reinado muy particular. «Vamos a mantearla después», bromeaban sus amigos. A pesar de reinar en una edición complicada, la reina, como su cargo exige, no se amilanó ante la adversidad: «Vamos a aprovechar hasta el final de la noche», aseguró.

La situación también propició una versión mucho más familiar de la fiesta. Como en el caso de Martín y Valeria Sánchez, dos mellizos de ocho meses que vivieron su primer Carmín en una terraza. «El año que viene ya subirán caminando», apuntaron sus padres.

El buen ambiente pronto se contagió a los propios hosteleros. Lucía García, camarera en el bar La Flaca, incluso se atrevió a modificar uno de los himnos de la fiesta: «Fuiste al Carmín de la Pola con mascarillas azules...», cantaba mientras atendía las comandas de los clientes. El comportamiento fue, según el sector hostelero «ejemplar». Cada local con su fórmula logró hacer funcionar un Carmín en el que reinó la conciencia sobre la situación sanitaria actual. «Podemos estar muy orgullosos de los polesos, estoy contenta, nuestra intención era ser un referente a ese respecto y lo hemos conseguido», destacó Loreto García, del El Madreñeru.

Mientras que en los restaurantes como el de García primaron las reservas, en bares como el Patio de Butacas tocó jugar a las sillas: El que llegaba se la quedaba. «Con la poca capacidad que tenemos no podemos perder mesas», defendió Berto Díaz. Todo lo contrario, sucedió en locales de música amplificada, en los que se primó la seguridad al baile: «Solo atenderemos en mesa y con aforo limitado», explicó Toño Piquero.

Fuera cual fuese la manera funcionó, porque la Policía únicamente reportó dos incidencias por falta de mascarilla y no hubo invasión en La Sobatiella, como algunos sugirieron con las copas de la noche anterior, demostrando que un Carmín diferente sigue siendo un Carmín.