M. RIVERO
LUGONES.
Jueves, 2 de septiembre 2021, 01:19
Las fiestas de Santa Isabel han dejado un regusto agridulce entre los hosteleros de Lugones. Los botellones multitudinarios en la zona de El Carbayu y La Cebera han sembrado la indignación y la preocupación en un sector que teme no volver a recuperarse tras ... la crisis económica derivada de la pandemia si la potencial clientela decide tomar las calles. «En veinte años esa gente no va a tener hábito de ir al bar», lamentó Abraham Castellanos, propietario de la sidrería Fonte Villoria, frustrado porque sus buenos hábitos y protocolos dentro del local no se vean recompensados con la ampliación de los horarios.
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En el Café Bulevar, Roberto Quintana, le dio la razón: «Si estuviéramos abiertos no habría botellones, yo creo que cuando se relajen las medidas bajarán; o no, no lo sé», comentaba desesperanzado. Y es que, como confesó Sebastián Meleiro, del Nuevo Nivel, «fastidia tener que quitar la terraza a las doce siendo fiesta». «Es triste irse a casa a la una y ver los vídeos de cientos de personas a las cuatro de la mañana por ahí, se te cae el alma a los pies», confesó Chus 'Lennon' García, dueño del Bar Lennon's. Indicó, además, que «sé de coches que subían a suministrar la bebida».
«Lleva siendo así todo el verano», respaldó Castellanos, a quien le consta que los vecinos de las zonas escogidas por los jóvenes para hacer botellón «están amargados» con los ruidos, la suciedad y el vandalismo que estas reuniones multitudinarias generan.
García, al igual que Quintana, es uno de los hosteleros que más ha notado la diferencia con respecto a otros años de fiesta. Sus lugares de trabajo se encuentran a escasos metros del que fuera el prao de la fiesta. El traslado de las actividades al parque de la Paz o la entrada de la localidad ha mermado la clientela en la calle en honor a la santa. Aun así, aunque las cuentas no han sido catastróficas, tampoco «han tenido que ver con otros años». Los hosteleros coincidieron en que el fin de semana y el lunes fueron los días de mayor afluencia. También el bollo «fue un empujón». «No es que hiciéramos el agosto, pero por cuatro días de trabajo duro sacábamos una paga extraordinaria que era preciosa», aseguró García.
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Ahora, en su regreso a la normalidad, tiene la vista puesta en el lunes que viene, fecha en la que algunos esperan que San Mateo en Oviedo motive la decisión del Principado de ampliar los horarios.
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