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José Cezón
Martes, 20 de junio 2017, 12:01
La artista Mónica Cofiño Arena (Barcelona, 1980) lleva un año afincada en la vivienda del apeadero de Carbayín, que se convirtió en el epicentro de la última edición de su festival multidisciplinar La Xata la Rifa. Asegura que está «muy contenta» por la buena acogida en Siero.
¿Qué fue lo más llamativo de la experiencia en esta zona?
Lo que más me gusta es la gente, su espontaneidad y cómo recibe las cosas. Y sigo pensando que hay mucho potencial aquí por sacar. La gente tiene mucha gana de hablar y de contar cosas y esa es la materia de las artes escénicas y hay que aprovecharlo.
Con unos meses de perspectiva, ¿qué balance podemos hacer del último festival La Xata la Rifa?
Muy bueno. Tanto en Carbayín y alrededores como en otros concejos como Langreo o Bimenes se está acogiendo bien. Y cada vez se están gestando más proyectos fuera. Esa combinación es la que me hace resistir en esta Asturias, que es complicada. También hubo un pequeño parón por el incendio del gimnasio, que era un poco el reducto, y ahora estoy mirando otras posibilidades espaciales para extenderme por la zona, pero permaneceré aquí una temporada.
¿Cómo va el musical industrial?
Ya tiene fecha de estreno y lo digo en primicia: será el 19 de julio en el Campoamor. La idea es hacer un popurrí de lo que aconteció por los pueblos. Será una presentación genérica, porque queremos sacar también pequeños capítulos e introducir más pueblos e imágenes. Como será la primera puesta en escena y a lo grande, contaremos con muchos de los participantes del festival y de las grabaciones. Llevaremos diferentes elencos artísticos, pero también gente del grupo de baile de Carbayín u otra que participó en Ablaña. Tendrá partes de películas, escénicas, música en directo y artistas plásticos.
¿Van a moverlo por otros sitios?
Sí, queremos estrenarlo con el máximo elenco de artistas, pero la idea es que sea un formato de teatro y una pieza escénica que pueda rodar por varios lugares de Asturias y de fuera.
También estaban produciendo un documental.
Estamos construyendo esa ficción a la par que la realidad. Es una especie de documental ficcionado. Vamos reconvirtiendo los pueblos en escenarios fantásticos y teatrales, pero como vuelta a otras épocas: el western, aquí a los ochenta, en Tuilla vamos al futuro y ahora, con los zombis en Pénjamo, nos metemos dentro de la tierra y de la muerte y del resurgir. Pero toda esa idea del viaje en el tiempo y de mostrar las diferentes caras de la cuenca y de la minería, tiene una parte documental. Fuimos grabando muchas entrevistas a mineros, sindicalistas, muyeres de mineros, gente afín, gente no afín...
Supongo que saldrá el ínclito José Ángel Fernández Villa.
(Risas) Tenemos como protagonista a Villa, vamos siguiendo también sus pasos y tiene mucha presencia en el musical, por supuesto. Nos lo tomamos un poco con humor, porque está claro que también hay que darle esa parte a nivel artístico, porque si no morimos.
¿Va a aportar algún hallazgo que no sepamos de su vida?
Yo creo que ya más... Va a ir saliendo todo poco a poco y vamos a la par el musical y el rastreo. Queremos hacer también un casting para el personaje de Villa en el musical y haremos una grabación en el Campoamor. Lo hemos ido camuflando de diferentes maneras. En Ablaña era un personaje detrás de una careta. Aquí era un personajillo de Carbayín Alto y en Tuilla lo sacamos sobre la marcha y acabó siendo el panadero del pueblo. Luego nos apareció otro personaje, que se parecía un montón. Tenemos varios juegos con ese personaje Villa, que siempre es un espontáneo. Así que todos los que quieran hacer de Villa y que se vean con ese talante, que se apunten al casting de la Xata.
Sus proyectos son siempre muy complejos, en el sentido estricto del término.
Sí, abarcan diferentes disciplinas, aunque a veces prime una sobre otra, y siempre hay una parte musical muy fuerte y el vídeo está muy presente. Me lío mucho con el tema artístico y con la forma de construirlo. Los proyectos nacen y tienen una vida larga.
La gente quedará un poco flipada con algunos de sus espectáculos.
Sí, pero ya empieza a ser algo normal e intrínseco a La Xata. Es un lenguaje que acepto y ya entiendo, me puede gustar más o menos, pero ya no es lo de esta chiflá o esas cosas que chocaban tanto por los pueblos. Y aquí noto que se acepta más que en Llanes.
¿Cómo logra involucrar a tanta gente y de procedencia tan diversa?
No lo sé, igual veo el potencial que hay en Asturias y me da mucha pena. No sé si es por mi carácter, pero veo que somos muy pocos haciendo cosas y que hay una necesidad de colectividad, porque estamos un poco aislados. Y, a veces, por la falta de presupuestos, por la crisis o la precariedad, dejamos de hacer cosas. En ese sentido, me siento un motor para más artistas, para que lo intenten, para que se vea y que tenga su ambición. Como yo digo, hago superproducciones autogestionadas.
La financiación colectiva o las rifas son la principal fuente de ingresos.
Sí, todavía no tenemos en Asturias una bolsa de subvenciones, y menos para estas propuestas que se salen del teatro al uso, que utilizan otras vías y se componen de otros tiempos y con muchos artistas. Las papeletas siguien siendo el fuerte del día a día.
Su idea era ofrecer una programación continuada desde esta nueva residencia en Siero.
Este año me desbordó, porque estoy también en Pénjamo con una idea de espacio regular. Aquí se paró un poco, pero sigo con esa idea. De hecho, el festival de este año va a ser el más largo de La Xata. Empezaremos en septiembre u octubre con una gira de piano flotante por Asturias, luego se presentará el musical y habrá diferentes acciones que le darán regularidad.
¿Qué más podemos avanzar?
El 14 de octubre rifamos la xata, supongo que en Carbayín, y haremos cosas en Mieres, Langreo y Bimenes. Tenemos también el proyecto Rederas, un trabajo entre colectivos de Gijón, Santander y Bilbao y habrá una muestra de fotografía, vídeo, escénica y literaria.
¿La cultura puede ser una salida para zonas despobladas?
Yo creo que sí, pero tiene que haber cierta ilusión y ver nuestro potencial humano. Asturias está rodeada de zonas maravillosas, pero el crecimiento y el cambio tienen que venir también a nivel cultural. Tenemos muchas historias que contar y somos muy ricos en ese bagaje de experiencias, pero necesitamos creérnoslo un poco más.
Vuelta a los autóctonos
Muchos artistas han redirigido su mirada hacia lo autóctono y lo rural. Alguno ya habla del concepto de neopaisanismo.
Ya hubo esas vueltas de cuando se pierde el contacto con la tierra y empezamos con la globalización y a cambiar de una manera insensata. Yo disfruto del aprendizaje de lo que me da mi región. Hay una muerte en esta zona, que es interesante ver, y nuestra responsabilidad es espabilar y hacer algo.
¿La saturación de eventos culturales no es tan perjudicial como la escasez?
Igual tiene que esparcirse porque está muy concentrada.
Si tuviera un presupuesto ilimitado, ¿qué producción le gustaría realizar?
Me gustaría tejer un circuito ferroviario y una red de espacios y pueblos en Europa, con paradas y conociendo gente que haga cosas diferentes. Y lo extendería hasta donde me diera el dinero.
Y si le nombraran por un día directora de Laboral, ¿qué haría para reflotar esa nave?
Buff, yo creo que hay unas deudas de atrás que pesan mucho, como que ya se gastó todo el dinero y, con el recorte presupuestario, es difícil continuar. Luego, quizás lo abriría más a los artistas de la región, que ahora ya lo están haciendo, e igual cerraría alguna parte. E intentaría regenerar con los trabajadores, en eso soy un poco crítica.
¿Qué opina de la programación cultural de los ayuntamientos de Gijón y Oviedo?
En Gijón está un poco atascada la programación de siempre y no hay regeneración del tejido, como pasa en Laboral. Y en Oviedo se están intentando hacer cosas, a veces va más lento o más torpe, pero porque hay mucho que cambiar. El hecho de que el Campoamor se abra a La Xata la Rifa, ya es algo y no ese espacio intocable de ópera y zarzuela.
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