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El 'copín' se hace fuerte

El 'copín' se hace fuerte

La Asociación Proyecto Fresneda registra desde 2012 un movimiento comercial equivalentea 200.000 eurosen su propia moneda

Luis Flórez

Lunes, 26 de octubre 2015, 18:38

En 2008 nacía el Proyecto Fresneda, impulsado por el médico del centro de salud de la urbanización, Valentín Pérez. «La idea surgió en la playa, haciendo un decálogo de estilos de vida saludable», rememora la mujer de Valentín, Teru Fernández, sobre el inicio de esta asociación sin ánimo de lucro que trabaja para mejorar la salud. Una aventura que viviría su punto final unos años después que fue el germen de la actual Asociación Proyecto Fresneda.

En aquellos primeros años, por las tardes se organizaban en el centro de salud actividades gracias a la colaboración de voluntarios, que realizaban tareas de apoyo psicosocial, de movilidad, para dejar de fumar o de apoyo a la lactancia materna, entre otros. «Tuvo muchísimo éxito y a lo largo de los dos primeros años participaron unas 500 personas. Incluso presentamos el proyecto en congresos nacionales e internacionales de medicina», detallan sus impulsores, que defienden que la salud no es solo asistencia sanitaria. «Los estilos de vida son más importantes», defienden.

Una vez aquel proyecto inicial no pudo seguir adelante, se dio un paso más. Y fue entonces cuando se constituyeron como Asociación Proyecto Fresneda, ya en 2012, centrada en trabajar a favor de actuar de forma colectiva «para mejorar las condiciones de vida de las personas», principalmente la de aquellas personas sin empleo ni recursos económicos.

En la red de la asociación están integradas cerca de mil personas que ofrecen sus bienes y servicios a través de los nodos de intercambio que hay en Gijón, Pola de Siero, Pruvia, Oviedo y Corvera, a los que se suman los emergentes de Lugones, Cabranes y Bimenes. Todos ellos están sujetos al copín, la moneda de la asociación que equivale al euro. «Es de crédito mutuo para el intercambio de bienes y servicios entre personas». Tiene la ventaja de que quienes participan en la asociación «pueden cubrir sus necesidades sin tener empleo ni dinero».

Los miembros del colectivo que no pueden ofrecer un servicio profesional tienen la oportunidad de trabajar una pequeña parcela de terreno e intercambiar la producción que saque por otros productos agrícolas o por copinos para gastar en la asociación. «El sistema está pensado para que la gente pueda empezar pequeñas iniciativas laborales». Y va viento en popa, porque en apenas tres años ya ofrecen más de 100 productos que cada lunes se ponen a la venta en el nodo de Pruvia. Más de 30 personas hacen la compra del mes aquí y desde octubre de 2012 ha habido un movimiento comercial cifrado en 200.000 copinos. Y las transacciones se gravan, repercutiendo un 4% al comprador y otro 4% al productor.

Pero no solo hay copinos. La asociación dispone de un banco comunitario «mediante el que la personas de la red en riesgo de exclusión pueden cambiar los copinos por euros», y aquellos que van a comprar hacen microdonaciones «a través de las cuales pueden acceder a los productos».

«Hay impuestos para aportar al bien común. Esta economía no puede ser sumergida», defiende Valentín. Además, el soporte de la moneda es electrónico. «No hay copinos en papel, así evitamos cualquier tipo de fraude. Todo está registrado y es transparente». Además, los impuestos se revierten en la comunidad en su conjunto y son transferidos a la asociación de vecinos de Pruvia.

Tal es la sintonía y el engranaje de todas las piezas que no hay normas escritas. «Son acuerdos entre todos, como en una economía comunal», afirma Pérez, que, como médico, ve con preocupación que las personas sin recursos no tengan acceso a la sanidad. «La creciente desigualdad es un determinante de la salud muy potente. En algunas zonas, vivir en un barrio pobre puede significar una diferencia de 20 años en la esperanza de vida».

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