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EUGENIA GARCÍA
GIJÓN.
Lunes, 1 de octubre 2018, 02:49
Finalizado septiembre, miles de alumnos asturianos volverán hoy a comer en el colegio. Por cada uno de ellos se paga de media 3,5 euros al día, uno de los tres precios más bajos de España. Solo Canarias (3 euros) y las ciudades autónomas de Melilla (3) y Ceuta (3,3) tienen precios más económicos que Asturias, frente a los 6,5 euros que cuesta la comida en los centros de Baleares.
El bajo precio en los menús escolares puede ser una buena noticia para las familias asturianas que hacen uso del servicio y las administraciones que asumen su coste, pero resulta «inasumible» para la mayoría de servicios de catering de colectividades que operan en la región. La asociación de empresas de este sector en el Principado indica que su negocio es «prácticamente ruinoso», ya que en esos 3,50 euros por niño -«un precio hasta cierto punto asumible para una empresa que fabrica comida en grandes cantidades»- han de incluir, además de la materia prima, el personal y el transporte, los sueldos de los monitores que cuidan los comedores. «Los concursos públicos exigen una monitora por cada diez o, como mucho, quince niños. Entre costes y monitoras, son dos euros por niño». El cálculo lo hace Juan Manuel Álvarez, presidente de la citada asociación, que señala que el exiguo presupuesto «deja poco más de un euro para elaborar cada menú».
Aunque Álvarez garantiza la calidad de la comida que se sirve a los escolares, argumenta que, por ejemplo, «carnes como la ternera o el cordero no encajarían bajo ningún concepto en ese precio, por lo que tenemos que servir pollo, cerdo o picadillo». Las empresas asturianas cumplen «a rajatabla» las múltiples exigencias recogidas en los pliegos de condiciones en los que se basan tanto la consejería como los ayuntamientos a la hora de licitar el servicio. Entre otras cuestiones, los menús tienen que estar elaborados por médicos nutricionistas y los caterings pasan regularmente inspecciones técnico-sanitarias.
El presidente de los empresarios destaca que «la mayor parte del mercado de colectividades es público y está en manos de la Administración, por lo que dependemos de los concursos». Efectivamente, en Asturias existen tres tipos de gestión de los comedores escolares de los colegios. Por un lado, hay 81 comedores gestionados directamente por el centro, que cuenta con sus propias instalaciones en las que cocina personal de función pública. El resto depende de las empresas de catering. Quince colegios -en su mayoría de zonas rurales- entre los que se encuentran los gijoneses Jacinto Benavente o Castiello tienen cocina propia con servicio subrogado, mientras que los 95 restantes son centros de zonas urbanas que carecen de las instalaciones necesarias y son gestionados por los respectivos ayuntamientos, que sacan el servicio a licitación.
Las mayores adjudicaciones son las de Avilés, Gijón y Oviedo. Precisamente esta última desató la polémica este verano, ya que «de entrada excluía a las empresas asturianas al exigir un volumen de negocio de al menos cinco millones de euros». Solo una de las nueve empresas presentadas al concurso, que finalmente ganó la catalana Sehrs Food, era del Principado. Se trata de la anterior concesionaria, la empresa Cook, que actualmente se encuentra en «una situación delicada». «La otra empresa asturiana con capacidad suficiente para competir -Alprinsa- acabó por venderse a un grupo vasco», lamenta, al tiempo que se pregunta por qué «por ahorrarse cinco o diez céntimos la Administración expulsa a las empresas asturianas que fabrican la comida y la sirven recién hecha y caliente, con un recorrido mínimo y materia prima de proximidad».
«Somos empresas y estructuras familiares, muy pequeñas, que normalmente atendemos a nuestros clientes directamente», defiende Álvarez. Es el caso del Catering Las Ubiñas, que sirve a diario unos 1.500 menús entre los seis colegios públicos de Mieres, el San Félix de Candás y varios concertados, así como escuelas infantiles de toda la región. Su gerente, Francisco Orejas, mantiene que «la licitación por lotes -una vieja reclamación de los empresarios de catering- beneficiaría tanto al servicio, ya que se podría evaluar y premiar a aquellas empresas que mejor lo presten, como a las empresas pequeñas que quizás no puedan hacer frente a cinco colegios pero sí ocuparse de uno o dos». «A veces tenemos que hacer maravillas para llegar al precio marcado», confiesa.
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