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M. M. C.
GIJÓN.
Sábado, 9 de diciembre 2017, 03:05
Desde que a principios del mes de noviembre comenzaran las precipitaciones de forma regular sobre Asturias, después de un verano y una primavera muy secos, se han venido sucediendo los argayos sobre carreteras y vías férreas de la región. El 9 de noviembre las rocas ... cortaron el desfiladero de La Hermida y solo dos jornadas después un gran deslizamiento interrumpió durante días la autovía del Cantábrico a su paso por la localidad cántabra de Cabezón de la Sal.
De nuevo en Asturias, el 25 de noviembre, el desprendimiento de rocas sobre la AS-15, cerca del embalse de Calabazos, en Tineo, provocó la colisión de un turismo con un camión, con el resultado de dos personas heridas. El día 29 de ese mismo mes, un argayo afectaba a la AS-115, entre Posada de Llanes y La Robellada. Noviembre se despedía con otro incidente de importancia, después de que las piedras invadieran el trazado de Feve en las cercanías de El Entrego y un convoy terminara descarrilando, aunque por fortuna no hubo que lamentar heridos.
El concejo de Ponga fue uno de los más afectados por estos problemas. El 27 de noviembre una gran roca cortó la AS-261, en la zona conocida como Los Corredores, muy cerca de Sellaño, y el 1 de diciembre se produjo otro deslizamiento en la misma carretera, aunque en esta ocasión en las inmediaciones del balneario de Mestas, dificultando mucho la circulación.
No es de extrañar que la zona oriental de la región sea la que más argayos está sufriendo, ya que es en esa área en la que se están produciendo las lluvias más abundantes. Esa circunstancia, unida a que la tierra está muy seca por las escasas precipitaciones estivales, hace que el agua se filtre por las grietas del terreno, haciendo que pierda inestabilidad. La lluvia y la nieve también afectan a las zonas rocosas y, en especial, el hielo, que es capaz de romper rocas de granito que acaban precipitándose hacia los valles.
Esta es una temporada especialmente propicia para que se produzcan argayos y deslizamientos de terreno en las laderas asturianas. En principio, esta situación no mejorará hasta que la tierra se estabilice tras asumir el máximo de agua que pueda absorber, con lo que la lluvia posterior simplemente se deslizará por la superficie de las laderas sin que deba ocasionar ningún problema.
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