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Rafael Suárez-Muñiz
Domingo, 30 de enero 2022, 18:01
Fue un habitual de la prensa local en las décadas de 1970 y 1980. No era para menos. A Gijón llegó, en 1956, un joven de 27 años que había participado en las filas alemanas al final de la Segunda Guerra Mundial. En 1976 despertó la pasión por la que le ha llegado tanto reconocimiento, puesto que ha sido un pionero a nivel nacional pero sobre todo en Asturias: el cultivo y arreglo de bonsáis. A finales de los años 70 nadie se dedicaba a ello en nuestra región y en España había pocos casos, salvo algunas excepciones en Cataluña. Rolf Beyebach fue el delegado de la Asociación Española de Bonsáis en Europa.
En 1983 tenía más de 20 ejemplares en el jardín de su casa de Somió (Gijón). Rolf admite que solo compró su primer bonsái, los demás los ha cultivado y criado él a partir de plantones encontrados o de semillas. «El primer bonsái lo compré en Londres y me costó 13 libras», indica Rolf, cuya adquisición efectuó en 1976. Muchos de sus plantones fueron extraídos a partir de su rutina de fin de semana, «durante 30 años, cada sábado iba de monte con el grupo Peña Ubiña».
Para otros vecinos de Somió y aficionados a la botánica ha sido un referente; «mi afición por los bonsáis surgió precisamente a partir de Rolf» señala Miguel Llana Valdés, el protagonista de la primera entrega de este serial de colecciones botánicas privadas con La Viesca'l Rexidor.
En su finca ha preparado dos estructuras que no son sino repisas escalonadas para exponer los bonsáis a mediodía en el exterior de su jardín. Tiene una colección enorme, de alrededor de 60 bonsáis maduros que tienen entre 46 y 30 años de antigüedad. Sobre estas estanterías podemos encontrar ejemplares de olmo, pino silvestre, árbol de Jade (suculenta convertida en bonsái), papiro, tuya, picea nidiformis, almendro, palmera canaria, castaño, roble autóctono, ficus, boj, cotoneaster, manzano, junípero chinensis (enebro chino), tejo, sabina, yuca, alcornoque, acebo, haya y una espectacular cica neozelandesa o palmera australiana, que es algo único en toda España.
Aparte de esta importante colección de árboles miniatura, Rolf Beyebach cuenta con una pequeña «selva» rodeando su casa, como él mismo lo define. Es un jardín con una gran potencia, de especies variopintas de distintas procedencias, como las palmeras canarias, washingtonianas y palmitos; una araucaria chilena; una enorme camelia japónica; un llamativo e infrecuente ombú (Phytolacca dioica), natural del nordeste de Argentina y Uruguay con unas raíces de tamaño descontrolado; un cedro del Líbano; una enorme secuoya y otras especies de porte arbustivo.
Desde 1994, el museo Evaristo Valle cuenta con una valiosa muestra permanente, que es parte de la colección de bonsáis de Rolf Beyebach. La primera vez que se expusieron sus bonsáis en este museo fue en 1989 y cinco años más tarde formaron parte de la muestra que también se expuso de la colección de bonsáis del expresidente del gobierno Felipe González y del rey Juan Carlos. El propio Rolf iba a cuidarlos y atenderlos. Pablo Basagoiti, responsable del museo, indica que lo que allí poseen «no es más que una pequeña selección».
Entre esos ejemplares destaca un cedro de Chipre, del que no se tiene constancia que haya otro en toda Asturias ni en espacios accesibles privados ni en colecciones particulares. Es por ello que los jardines de La Redonda cuentan con las cuatro variedades de cedros no europeos. Perfectamente identificados podremos ver en el museo el ya citado cedro de Chipre, un cedro de Líbano, un ginkgo biloba, enebro chino, boj, pino silvestre, arce palmatum japonés, haya común, haya silvestre, pino mugo, abedul, pino de monte y olmo campestre.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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