Muchos miles de personas se arremolinaron ayer en el algo más de un kilómetro de recorrido del gran desfile militar con el que se cerraban oficialmente los actos del Día de las Fuerzas Armadas celebrados en Asturias desde el pasado miércoles, y lo hicieron con notable entusiasmo, que se desbordó cuando minutos antes de las doce del mediodía hicieron su aparición en la calle de los Hermanos Menéndez Pidal los reyes, Felipe VI y Letizia.
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Los ovetenses y las muchas personas desplazadas a la capital asturiana desde otros puntos de la región y aún de otras provincias hicieron evidente su adhesión a ambos, bien sea por un respaldo a la institución monárquica, bien por una identificación directa con los propios monarcas actuales. El Rey, que en menos de un mes cumplirá diez años de su proclamación como monarca (el 19 de junio de 2014, después de que su padre, Juan Carlos I, abdicase en él el 2 de junio), estuvo solemne en concordancia con la ocasión, mientras la confluencia entre Hermanos Menéndez Pidal y la avenida de Galicia pasaba a ser durante casi dos horas la plaza de armas de España, pero no descuidó los saludos a las personas que se arremolinaban en la confluencia entre Hermanos Menéndez Pidal y la calle de las Trece Rosas. También mostró especial simpatía la Reina Letizia, muy sonriente ante las proclamas de '¡Viva el Rey! ¡Viva la Reina! o ¡Felicidades!' con la que los congregados recordaban también algo que estaba en boca de muchas de las personas que acudieron, el vigésimo aniversario de la boda de los monarcas, que tuvo lugar esta misma semana, precisamente el miércoles 22, el día que comenzaron oficialmente los actos del Día de las Fuerzas Armadas.
Pero ese mismo lugar, la confluencia entre las calles de los Hermanos Menéndez Pidal y de las Trece Rosas, había sido apenas unos minutos antes el escenario de la única nota verdaderamente discordante del acto. Según el orden protocolario, al lugar llegó la ministra de Defensa, Margarita Robles, varios minutos antes que los monarcas. De hecho, ya había incluso estado en la zona del palco real un buen rato antes, efectuando una entrevista con una cadena de televisión, sin mayores incidentes, si bien en esos momentos no había la solemnidad que luego sí hubo, dado que se ultimaban preparativos mientras los invitados iban llegando a la zona.
Pero con las unidades de la Guardia Real en formación a la espera de los monarcas, la atención de los asistentes desde las ventanas de los edificios colindantes y desde las propias aceras ya estaba mucho más centrada en lo que estaba ocurriendo en la zona en la que se iba a celebrar el desfile, y al llegar la ministra al espacio reservado para recibir a los monarcas, se produjo un abucheo estruendoso, entre gritos de '¡Ministra, dimisión!', pero también de '¡Gobierno, dimisión!' y aún '¡Que dimita Pedro Sánchez!' que fueron fiel reflejo de un clima de tensión política que el anuncio de esta semana del presidente del Gobierno de que el Ejecutivo español reconocerá a Palestina como Estado el próximo miércoles no ha ayudado a calmar.
En los minutos anteriores, el locutor oficial del acto había estado explicando algunos pormenores de su desarrollo a través de la megafonía oficial, pero en el momento en el que la ministra de Defensa fue abucheada, el locutor no estaba hablando, lo que hizo que los abucheos fueran aún más patentes. De hecho, fuera por casualidad o bien porque se percató de la incidencia, cuando los abucheos llevaban produciéndose aproximadamente medio minuto, el locutor tomó la palabra y retomó las explicaciones sobre el desarrollo de los actos y las características de las unidades que iban a desfilar, con lo que la megafonía compitió con las quejas contra la ministra de los asistentes hasta que estos desistieron.
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También ayudó que en ese momento llegaron a la zona el presidente del Principado, Adrián Barbón, y el alcalde de Oviedo, Alfredo Canteli, que arroparon a la ministra mientras los tres esperaban a los monarcas.
El desarrollo del desfile
Pero lo anterior fue lo único discordante en un día del que no pocos comentaban que parecía encargado para la ocasión. Oviedo amaneció con más claros que nubes, en un día luminoso de mayo que a mediodía hizo que fuesen mucho más necesarios los abanicos y los sombreros que las chaquetas. La llegada de los asistentes fue progresiva, y la mayoría de los residentes en Oviedo optaron por acudir caminando, ante las restricciones impuestas a la circulación con motivo del desfile, que afectaron de una forma u otra a la práctica totalidad del centro capitalino y a los barrios adyacentes. Así, Oviedo fue durante la mañana un reguero de paseantes, la mayoría ataviados o equipados con banderas y otras formas de mostrar su apego a los colores nacionales. La organización fue buena, en tanto en cuanto apenas fue visible, y hay que señalar que los policías locales de Oviedo estuvieron muy a la altura de las circunstancias, con una actitud muy clara de ayuda a los asistentes tanto a la llegada como de orientación a la salida de los actos. De diez.
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Además, en los prolegómenos hubo tiempo para que los asistentes y los participantes en el desfile tuviesen momentos de convivencia. No fueron pocas las fotos conjuntas con los miembros de las distintas unidades de la Guardia Real, la Armada, el Ejército de Tierra, el del Aire y el Espacio o la Guardia Civil, entre otras, que los ovetenses se tomaron. Las Fuerzas Armadas hicieron gala de cercanía y simpatía durante los momentos previos al desfile, de la misma forma que durante los tres días anteriores.
Paracaidista asturiano
El desfile estuvo precedido por la llegada de la bandera vía aérea, con el salto de dos paracaidistas, uno de los cuales, el asturiano Pedro Antonio Gómez Riva, por dos años campeón de España de aterrizaje, portaba una bandera de 59 metros cuadrados que fue izada frente a la tribuna real tras ser portada por tres guardias reales en representación de los tres ejércitos y un guardia civil. Pedro Antonio Gómez Riva lleva más de 6.500 saltos a lo largo de su carrera militar y el de ayer fue realmente espectacular. Tras ser lanzado desde más de 2.000 metros de altitud, tanto él como su compañero efectuaron una maniobra de aproximación que en buena parte de su recorrido fue casi en picado, con sus paracaídas tipo parapente, de los colores de la enseña nacional. El aterrizaje fue perfecto y muy aplaudido por militares y asistentes.
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Tras el izado vino el homenaje a la bandera y la ofrenda a los caídos. El Rey depositó a los pies de la enseña nacional una corona de laurel en recuerdo del sacrificio de todos los militares españoles que han fallecido en el desempeño de su labor a lo largo de los siglos. Fue un momento no por repetido menos impresionante, con un silencio casi sobrecogedor mientras la banda de música de la Guardia Real interpretaba 'La muerte no es el final', que el propio Rey cantó con solemnidad junto al resto de militares presentes.
A partir de ahí, un desfile brillante, abierto por las unidades motorizadas de la Guardia Real, a los que seguía el general jefe de la Brigada Galicia VII, Alfonso Pardo de Santayana Galbis, quien fuese jefe del acuartelamiento Cabo Noval. Veteranos, personal con discapacidad y reservistas fueron homenajeados también en la cabecera del desfile, que prosiguió con algunos de los elementos motorizados más esperados por su espectacularidad, tales como los acorazados Pizarro o los carros Leopardo, pero también otros de la Guardia Civil, la Unidad Militar de Emergencias o los impresionantes equipos del Ejército de Tierra, como los misiles Sam Hawk o los obuses del Grupo de Artillería, así como un llamativo vehículo de detección de minas o dos mulas mecánicas, sin olvidar a los GEOS con lancha, muy aplaudidos en recuerdo de los guardias civiles fallecidos recientemente al ser atacados por narcotraficantes.
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El desfile a pie suscitó mucha simpatía por parte de los ciudadanos presentes. Abierto por la Guardia Real, el solemne paso de las banderas y estandartes de las unidades participantes fue un momento en el que los Reyes dejaron muy claro su respeto por los símbolos de nuestro país. La elegancia de la Armada, la marcialidad del Ejército de Tierra o la vistosidad del Ejército del Aire y el Espacio dieron pie al clasicismo de las unidades de gala de la Guardia Civil y la discreción teñida de eficiencia de la UME, para cerrar con la Legión y su acelerado y marcial marcha a 160 pasos por minuto y la espectacularidad de los Regulares y de los coraceros montados de la Guardia Real. Asturias espera no tardar en repetir esta cita.
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