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CLARA G. SANTOS
GIJÓN
Lunes, 30 de enero 2023, 02:34
. Para Naima Ahmad y su hijo, Efrén, de 7 años de edad, la tarde del sábado era antes de la crisis el momento preferido de la semana. Era entonces cuando ambos se ponían el delantal, preparaban recetas étnicas e invitaban a algunos amigos a ... disfrutar de aquellas veladas temáticas. No ocurría todas las semanas, a lo sumo una vez al mes. En aquel tiempo los dos disfrutaban de la comida en grupo y se sentían desbordados por una sensación de plenitud que hoy se les antoja irreal. Hace cuestión de unos meses la familia tuvo que espaciar estas fiestas temáticas por la imposibilidad de hacer frente a aquellos gastos extra. Desde que empezó a aumentar el precio de los productos básicos, Naima Ahmad se ha visto obligada a cambiar por completo sus hábitos de consumo.
Nacida en Marruecos pero vecina de Gijón desde que tenía 12 años, esta treintañera se siente «una más» en Asturias. En su hogar. Para ella, las cosas se complicaron hace cinco años, a raíz de su divorcio. Al duelo de aquella relación fallida se sumó el reto de sacar un hogar adelante con un único sueldo. «Cuando aquello pasó empecé a llevar un registro de gastos exhaustivo, no quería verme en la calle», explica la joven. Por eso, cualquier compra, por mínimo valor que tenga, se convierte en un mundo para ella.
En los últimos meses, la alimentación de la familia se basa, sobre todo, en combinaciones de pasta, arroz, verduras de temporada y alguna que otra pieza de carne, cuando el bolsillo lo permite. El pescado ya es otra historia. «No recuerdo la última vez que comimos salmón en casa, ahora es un lujo», afirma Ahmad. El humilde pan es, por su precio al alza, otra de las cosas que ha dejado de comprar. «Prefiero hacerlo yo, con una hornada tengo seis barras y las voy congelando», explica. De este modo, el pan puede durarle más tiempo y se ahorra unos diez euros semanales. Parece poco, pero para ella «cada gasto cuenta».
A causa de la crisis, lo primero que recortaron en casa de Ahmad fue el ocio. Dejaron de ir al cine y a restaurantes. Les tocó pasar el verano en Gijón. «Hacemos los mismos planes, pero llevamos comida de casa y vamos andando en lugar de coger el autobús», señala esta joven madre. Una de las grandes aficiones del pequeño Efrén es la lectura. Estas navidades los Reyes Magos le trajeron un lote de cuatro o cinco libros. «Ahorré durante meses para eso», cuenta Ahmad.
Antes de la pandemia, madre e hijo eran habituales en la biblioteca municipal y en el centro deportivo de La Calzada. «Hacemos actividades variadas, pero siempre gratuitas. No nos da el presupuesto», narra Ahmad. Dos tardes a la semana, Naima acompaña a Efrén a Mar de Niebla, donde recibe apoyo escolar y realiza talleres infantiles de diversa índole.
Pese a la crudeza de su situación, esta marroquí afincada en Asturias no pierde la esperanza. «Estoy estudiando para encontrar un trabajo y darle un futuro mejor a mi hijo», asegura. Ambos subsisten gracias al ingreso mínimo vital, pero ella está preparando por su cuenta el examen teórico del carnet de conducir. Cree que esto mejorará sus posibilidades de encontrar empleo, sobre todo, porque el bloque de viviendas sociales donde reside está bastante alejado del centro. Recuerda, incluso, una vez en que su hijo se puso malo y tuvo que llevarlo a Cabueñes en taxi: «Fueron 50 euros de un plumazo». Para ella, gastos imprevistos como ese no son una opción. Por eso, el próximo verano, cuando el niño pase las vacaciones con su familia paterna, planea buscar un trabajo a jornada completa. Si algo tiene claro es que «no quiero vivir de ayudas».
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