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Miércoles, 6 de noviembre 2019, 02:19
Descargar el pescado de los barcos durante la noche para prepararlo para su venta es el trabajo de Isaura Piñeiro en el puerto de Ondárroa (Vizcaya). Junto a sus compañeras, se queja de que «no se nos tiene en cuenta. Cuando llegamos donde nos tienen que apoyar, topamos con un muro infranqueable». El armador les fija los precios, tienen que poner todo el material que necesitan pero de lo que más se queja esta descargadora es de que «queremos que nos reconozcan las enfermedades profesionales y el coeficiente reductor». Ya se los reconoció Bruselas pero aquí, «caso omiso», asevera.
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