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Crecer pegado a la Iglesia de Sabugo marca. Tanto que a los 20 años decidió entrar en el Seminario del que saldría convertido en párroco de Pesoz. Adolfo Mariño (Avilés, 1953) fue, también, párroco de la gijonesa Iglesia San José, Arcipreste de Gijón y Abad ... de Covadonga. El último cargo lo mantiene aún, aunque el arzobispo ya ha hecho público que, en septiembre, será el nuevo vicario general de Oviedo.
–En 2023 cumplió 45 años de sacerdote. ¿Nunca tuvo dudas?
–Como todo el mundo. La vida de un sacerdote es como la de los demás. A veces uno tiene momentos de dudas y de crisis, que son momentos muy buenos, porque te ayudan a revisar tu vida, valorar lo positivo, dejar lo que no es tan bueno y seguir caminando.
–¿Por qué decidió ser cura?
–Yo vivía detrás de la Iglesia de Sabugo, en Avilés, había mucha relación. Fui monaguillo, hice catequesis y con veinte años entré en el Seminario. Estoy muy agradecido a los sacerdotes de mi parroquia, eran muy buenos, me dieron un ejemplo de fidelidad y de entrega a la gente.
–¿Un joven de 20 años de 2024 tomaría esa decisión?
–Ahora mismo, precisamente, estamos con la Jornada Eucaristía Mariana Juvenil (JEMJ) en Covadonga, hay más de 2.000 jóvenes y veo a chavales con su decisión tomada. O para el matrimonio o para la vida sacerdotal o, ellas, para la vida religiosa. Aunque, ciertamente, antes con veinte años uno era maduro, hoy es distinto. La gente es más inmadura.
–En las últimas ordenaciones, la mayoría eran latinoamericanos. ¿Hay menos fe en España?
–Creo que hay mucha fe, pero a veces hay que desbrozarla. Lo dice el señor: No podemos servir a Dios y al dinero. Nos viene mucha gente de fuera, es verdad. Pero nosotros estamos encantados con que se ordenen aquí. Además, es lógico. Nosotros fuimos antes allí a evangelizar. Hoy nos devuelven ellos con mucha gratitud nuestra ida y nos ayudan a mantener la Iglesia. Pero este año en el Seminario van a entrar cinco o seis chavales asturianos, con sus carreras hechas.
–¿Es más lenta la maduración?
–Estoy convencido de que los que llegan al Seminario ahora la opción la tienen muy clara. Que en un mundo tan secularizado un chico o una chica quieran ser religiosos es de una valentía tremenda.
–En un Estado aconfesional, ¿la Iglesia está más relegada?
–Creo que no. Aunque a veces nos quieren meter en la sacristía, nuestra misión es la vida pública. Anunciar el evangelio no es para las iglesias. Ahí vamos a celebrar la fe. Por mucho que nos quieran mudos, los cristianos tenemos mucho que decir.
–Las redes sociales, ¿ayudan o castigan?
–Bueno, a mí me llama la atención cuando veo en Covadonga niños de 6 o 7 años con móviles. Creo que para estas generaciones, las redes sociales en lugar de ayudar a crecer los ayudan a menguar. Pero la Iglesia las usa.
–Deja Covadonga. ¿Arreglado lo del acceso y el aparcamiento?
–No. Esto sigue igual. El Patronato de Covadonga, en el que está el Principado, la Iglesia y el Ayuntamiento de Cangas de Onís, tiene que coger este asunto de frente. No se han puesto las posibilidades sobre la mesa. Es tiempo de concretar.
–Este verano, ¿sigue igual?
–Sí y me temo que seguirá igual muchos veranos más. Para nosotros es un reto muy grande.
–¿Y el adiós a la Escolanía?
–Con mucha tristeza. Eran 79 años de andadura. No podíamos seguir con ella y no porque no quisiéramos. El Cabildo hizo todo lo posible, pero los padres no quieren que sus hijos estén en un internado. Nos quedamos con siete chicos y 14 empleados. Una desproporción total. No fue por cuestión de dinero. Se dijo que queríamos hacer negocio, pero la Escolanía está cerrada.
–¿Sin alternativa?
–No. Pero Sergio Martínez, el que será nuevo abad, es un gran músico y seguro que tiene ideas.
–En septiembre se muda a Oviedo. ¿Qué supone ser vicario?
–Mucho trabajo. Yo estoy como un chico que empieza ahora mismo un curso escolar desde cero. Mi trabajo consiste en ayudar en la diócesis al señor arzobispo, con la suerte de que tenemos un equipo de gobierno muy bueno. Mi misión es acoger a los sacerdotes para conocer los problemas que se vayan presentando.
–Alguien tan conciliador, ¿cómo lleva las polémicas que suscitan algunas palabras del arzobispo?
–El obispo tiene la misión de anunciar a Jesús. Y anunciar es no maquillar el mensaje. Los políticos hablan con toda la libertad del mundo, esa libertad que yo respeto es la que tiene que tener el arzobispo para dar su mensaje. Él no se sale del esquema. Dice lo que la Iglesia dice. Pero al arzobispo le pasó como a Jesús: no es profeta en su tierra.
–El informe de Cáritas, que señaló aumento de la pobreza en Oviedo, no gustó a algunos.
–No nos gustan esas noticias, pero son verdad. Aquí tenemos muchísima gente de otros lugares, pero, ojo, también tenemos a asturianos. He conocido a personas con economía estable que ahora, por la covid y por la crisis, se han venido abajo. Hay pobres que viven muy en silencio esa pobreza. Conozco bastantes casos de personas que difícilmente llegan a final del mes. Y luego están las pobrezas humanas. Hay mucha gente que se deja llevar. Que no piensa.
–El monasterio de Cornellana, ¿será parador?
–Habrá que entrar en un diálogo. Es de la Iglesia asturiana. Los proyectos deben ser contrastados con el obispo. Así se hizo con el de Cangas de Onís: consensuado.
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