El Principado usará drones para erradicar el plumero de la pampa

4,6 millones de plantas de esta especie invasora se eliminaron en Asturias desde 2017 dentro de un plan a siete años que «puede quedarse corto»

O. VILLA

Martes, 25 de mayo 2021

Es la viva imagen del abandono. De la actividad agrícola y ganadera, porque invade los terrenos sin cultivos o no usados para el pasto. De la actividad industrial, porque campa a sus anchas en las parcelas de polígonos industriales en desuso (solo en la Zalia y en La Lloreda se retiraron 2.535.892 ejemplares en 2018, cuando la población estimada de plumeros en toda Asturias era solo un año antes de 1.402.000 ejemplares). El plumero de la pampa fue ayer el indeseado protagonista del IV Encuentro del Grupo de Trabajo contra esta especie invasora exótica, que comenzó su conquista de Europa a finales del siglo XIX como ornamento de jardines y que en los últimos años ha tomado las zonas industriales y ganaderas en desuso de Asturias, Cantabria y el País Vasco, especialmente.

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El encuentro tuvo lugar ayer en el Jardín Botánico de Gijón, y en él se dio a conocer que desde la puesta en marcha del plan regional contra el plumero se han eliminado 4.633.371 ejemplares, con un coste aproximado de 1,2 millones de euros, según concretó Rubén Rodríguez, jefe de Sección de Planificación y Gestión de Espacios del Principado. El plan se ha ido desarrollando en periodos bianuales, iniciándose por las alas, dado que las mayores acumulaciones de plumero se encuentran en el centro de la región y se trata de evitar que los pequeños núcleos o las plantas individuales den lugar a crecimientos explosivos. A partir de este año, la lucha ya se amplía al centro de la región para, al menos, los próximos tres, si bien el redactor principal del plan regional, el catedrático de Botánica de la Universidad de Oviedo Tomás Díaz ya indicó ayer que «puede quedarse muy corto».

De hecho, en la zona central ya se ha actuado en la ría del Nalón, en Zeluán, en San Juan de Nieva, en Xagó y en el Cabo Peñas, todos ellos espacios protegidos de la Red Natura 2000, en los que su especial vulnerabilidad les ha hecho objetivo prioritario.

Rubén Rodríguez hizo un repaso por los métodos de eliminación del plumero. Explicó que «sabemos que funcionan bien el arranque mecánico, porque las raíces pequeñas no regeneran la planta, y la utilización de fitocidas como el glicosato –cuya utilización está vetada por el Ayuntamiento de Gijón– mientras que las quemas no son útiles, porque suelen dar lugar a rebrotes vigorosos». También, dependiendo de varias circunstancias, son útiles privar a las plantas de luz, las siegas reiteradas, el cambio de uso de los terrenos y el pastoreo dirigido, sobre todo en la evitación de los rebrotes.

En todo caso, «el método ideal es mixto, con eliminación física y uso de fitocidas», para lo cual el Principado está evaluando la posible implantación de drones especializados en siembras adaptados a la lucha contra especies invasoras. La ventaja, según Rubén Rodríguez, es que «son muy precisos, la geolocalización de las plantas es sencilla y los drones se colocan justo encima en vuelo automático, dejando caer la dosis exacta. Eso es mucho más rápido y eficiente, porque un solo dron podría cubrir en una jornada hasta doce hectáreas». La dificultad legal es que los drones son considerados medios aéreos y el uso de los elementos químicos precisos está limitado legalmente», por lo que habría que acudir a una modificación o un permiso especial para los drones, que en todo caso sí que serán utilizados en la caracterización de terrenos y localización de plantas individuales.

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Nueve millones no bastarán

Tomás Díaz apuntó, por su parte, que lo más duro de la lucha contra el plumero aún está por llegar. Este año comienza la tercera fase del plan, focalizada en la zona centro de la región, donde están las mayores concentraciones, y el coste previsto de los siete años del plan «es de unos 4,5 millones de euros, si bien subirá a 9 con una segunda aplicación de herbicida», que no solo ve necesaria, sino que insistió Díaz en que el plan se va a quedar corto, por lo que abogó por «acelerar el proceso» y «mentalizar a la sociedad de que estamos ante la amenaza botánica más peligrosa de la cornisa Cantábrica, aunque no es la única».

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