-Conoce mejor que nadie esa Fundación y esa colección. ¿Qué está pasando en ella?
-No lo sé, porque hace años que no tengo vinculación con ellos. Lo que sí sé es para lo que se creó: se creó para que esa colección se mantuviera unida, en todos sus elementos: en el Greco, en el Goya... hasta en un jarrón de Sèvres, en una dalmática valenciana del siglo XVIII o en un mueble napolitano del XVII. Me da igual. Todo tiene sentido allí. No se puede desmembrar ni una sola pieza. Esto no es un museo. Esto es un conjunto que los Selgas crearon, además, con todo el mimo, con todo el rigor, con todo el cariño... Cada cosa va situada en el lugar en el que ellos querían que estuviese exactamente situada. Y ahora lo que va a haber es un hueco en la biblioteca y otro en el vestidor, que ya no están como ellos querían que estuvieran.
-Eso es lo que está recogido en sus estatutos.
-Por supuesto, porque la intención de la primera generación -la de Ezequiel y Fortunato y su hermana Francisca- fue hacer un conjunto muy especial al que dedicaron muchos esfuerzos personales y también económicos. Esa intención que tuvo la primera generación se prolongó en la segunda, en los hijos de Fortunato y, por supuesto, en sus mujeres, que fueron las que continuaron con esa voluntad y crearon esa Fundación, a la que dotaron con propiedades para su mantenimiento y ciertos bienes que, según su punto de vista, aseguraban su continuidad para disfrute de los asturianos.
-¿Qué sintió cuando conoció las noticias de la venta del Goya y del intento de exportación del Greco paralizado por el Ministerio de Cultura?
-Como asturiana, siento una profunda decepción de ver que, a lo largo de los últimos años, el Principado no ha sabido velar por los intereses de Asturias. Ni el Principado ni todos los que deberían haber velado por ellos. A mí me han sorprendido muchísimo, por ejemplo, las declaraciones del alcalde de Cudillero a EL COMERCIO diciendo que es una Fundación privada. Pero vamos a ver: ¿no tiene tirón para Cudillero poder ir a ver un Goya fuera de serie, de una etapa muy poco conocida?
-Él alega que no reciben ningún tipo de subvención y, por tanto, pueden hacer lo que quieran.
-Eso no es cierto, porque, como todas las fundaciones, deben someterse a la voluntad de sus fundadores. Porque, si no, ¿quién crearía una fundación si luego pueden hacer lo que les da la gana? Un ejemplo: tú dedicas una fundación al salto de pértiga y luego la convierten en otra dedicada a la horticultura. Eso atenta contra cualquier entidad de esta naturaleza.
-Y desde la Fundación niegan que las obras de arte tengan vinculación con Asturias pare evitar entregar el inventario a la Consejería de Cultura. ¿Qué tiene que decir?
-Los Selgas vivieron en Madrid, pero la Fundación y los bienes los dejaron en Asturias, porque querían que fuesen para el disfrute de los asturianos. Hay que tener en cuenta que era un familia muy filántropa: crearon unas escuelas que fueron un modelo pedagógico en esta región, con todos los sistemas más avanzados que había en el aprendizaje de las ciencias, de los idiomas, de la música. Y, para eso, viajaron por toda Europa para conseguir materiales de primer nivel. Ellos tenían una voluntad de permanencia en la región a través de sus obras. Que la sede de la Fundación esté legalmente en Madrid es una anécdota, porque, por ejemplo, en El Escorial tenían una casa y allí no crearon una Fundación. Y también tenían una casa en Játiva y no crearon allí una Fundación. La crearon en Asturias, en El Pito, en Cudillero.
-Es más: aseguran que solo una de sus obras fue adquirida aquí.
-Sobre eso, me gustaría ser absolutamente clara, porque, a través del archivo de los Selgas, se ve claramente que todas las compras que hacía Ezequiel las hacía pensando en la finca de Cudillero. Hasta tal punto que, en ocasiones, llegaron a modificar los planos para acomodar determinado cuadro o determinado mueble al palacete. Claro que todo lo compraban fuera, como todos los coleccionistas, pero una colección no es de donde se compra.
-Y ahora han intentado vender sus dos grandes joyas con desigual fortuna.
-Sin duda, son las piezas más valiosas que tiene la colección, pero estamos hablando de centenares de objetos. Porque, aparte de que hay cuadros muy potentes como otro Goya, el 'Retrato del general Ricardos', un Ecce-Homo de Luis de Morales... hay otras muchas cosas muy interesantes: textiles, tapices, cerámicas, candelabros que, subastados en una casa como Christie's, valdrían un dineral, objetos decorativos de todo tipo, desde mobiliario de primera a doseles de bordadores de la Casa Real... Cosas muy importantes. Un conjunto muy variado de piezas. Y, aparte, también hay una biblioteca excelente y un archivo excepcional, con cartas, facturas, diarios de viaje... que tienen un valor increíble.
-En la reunión en la que se dio luz verde a la operación, además del Principado y el Ayuntamiento, estaban también el resto de patronos institucionales, Universidad y Arzobispado, que votaron a favor.
-Hay que recordar que en el patronato los socios institucionales son minoría. Por lo tanto, aunque hubiesen votado en contra, eso hubiese salido adelante igual. Yo, en ese sentido, los disculpo porque llegan allí y les cuentan unas cosas que parece que tienen rigor y ahora la mayoría están arrepentidos, evidentemente. Me da pena porque nos han colado un gol a todos en el transcurso de los años. Se lo venderían de una manera en la que todo parecería normal, pero no es normal.
-¿A qué se refiere?
-En primer lugar, no es normal vender el Goya. No se puede vender. Habría que haber buscado cualquier otro tipo de solución. Haberse apretado el cinturón como se lo aprieta cualquier empresa o cualquier institución cuando están pasando un mal momento. Y, luego, si tomas esa decisión de venderlo porque necesitas dinero, habrá que venderlo bien. No lo vendas a un precio mucho más bajo del que muchos coleccionistas estarían dispuestos a pagar.
-Según las actas de aquella reunión, el Goya se vendió por 3 millones de euros a Amigos del Prado y el precio ofrecido por el Greco por el Museo de Bellas Artes de Budapest era de 6,2 millones, que suponían un ingreso neto para la Fundación de 5,5 millones, una vez descontados los honorarios de la galería madrileña Caylus, restauradores y catalogaciones.
-Yo misma he hecho una tasación de esas obras y hablamos, en el caso del Goya, de entre doce y catorce millones como mínimo. Más bien catorce. Y, en el caso del Greco, tiene un valor del mercado de veinte millones y medio de euros. Así que los vendían a precio de saldo. El Principado podía haber comprado el Goya perfectamente, porque un chollo como ese no lo iba a encontrar nunca.
-Ahora sus servicios jurídicos estudian la declaración del conjunto como Bien de Interés Cultural. ¿Es esa la solución?
-La declaración BIC debería haberse hecho hace años, porque igual hubiese servido para controlar determinadas obras que se llevaron a cabo, para supervisarlas por parte del Gobierno regional. Además, el Principado, cuando se vio que había problemas económicos, debería haber exigido que tuvieran un plan de viabilidad, que controlaran los gastos para no llegar a una situación así o que no hicieran determinadas inversiones que parece que han sido ruinosas. Eso ya viene de mucho tiempo atrás. Es una sucesión de errores que viene de hace años. Y luego también hay un error de base, que es el hecho de que Asturias no ha sentido que la Fundación estaba abierta a la región, porque no lo estaba: mucho tiempo cerrada, muchos impedimentos... En ese sentido, el Principado debería haber exigido mayor apertura, mayor transparencia.
-¿Cuál es ahora la solución?
-Me imagino que la Consejería de Cultura, una vez que se ha dado cuenta del gran error que han cometido, estará arbitrando las medidas de protección y control que sean necesarias. Yo ya le he dicho a sus responsables que estoy dispuesta a asesorarles y colaborar en lo que haga falta para hacer un listado de todo y a señalar lo que falta y lo que no, porque me acuerdo perfectamente de todo. Es como si me pidiesen que describiese lo que tengo en casa. Sé lo que hay porque lo estudié mucho y tengo muy buena memoria. Conozco muy bien la colección y quiero hablar con la consejera. No obstante, se lo dije también a anteriores consejeras y no me hicieron ni caso. Ahora el Principado sabe que hay un problema y debe intentar solucionarlo, porque insisto en que esto no es solo una Fundación privada, como se ha dicho. Esto es una Fundación en la que hay una representación institucional y en la que se está yendo contra sus fines fundacionales.
-¿Qué pasará si no se toman medidas eficaces?
-Mucho me temo que, tal y como van las cosas, llegará un momento en el que el Principado tenga que poner dinero para su mantenimiento.
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