El Principado plantea limitar la capacidad máxima de las futuras residencias

La idea es que «cuando no se pueda vivir en casa, se pueda vivir como en casa», y conseguirlo pasa por darle una vuelta a las residencias, a las actuales y a las venideras. «Su actual modelo debe ser radicalmente modificado», señala el borrador. Entre septiembre de 2020 y marzo de 2021 profesionales reclutados por la consejería entrevistaron a 83 personas entre responsables políticos, asociativos, profesionales y usuarios. Los encuentros permitieron comprobar que «la percepción de la necesidad de un cambio de modelo de cuidados y atención es algo unánime». Es una urgencia que ya existía antes de la pandemia pero la covid «ha servido para poner de manifiesto carencias ya conocidas».

La impresión es que «muchas de las residencias actuales son lugares que tienden a despersonalizar, que priorizan la atención básica y la mera custodia, frente a la vida con sentido y el contacto con la comunidad». En palabras de un encuestado: «Se conciben en general como apartaderos, quizás sea muy brusco decirlo así... pero lo son en cuanto a que funcionan como instituciones que apartan a los ancianos de la sociedad inmediata».

Para acabar con ese modelo, el borrador plantea la «limitación de la capacidad máxima de los centros de nueva creación» para evitar que se levanten marcrocentros. En las que ya existen, la idea es su «reorientación» en una organización «convivencial en pequeñas unidades de convivencia donde las personas puedan desarrollar una vida parecida a la de casa».

Lo que se busca es ir a grupos de hasta diez personas que compartan intereses, un pasado común, o muestren cierta compatibilidad. Podrían disponer incluso de zonas comunes como cocinas que de uso particular. Se quiere que esos espacios «animen a la convivencia sin que las personas se sientan 'amontonadas'».

En el nuevo modelo sería clave priorizar el uso individual de las habitaciones y se considera fundamental suprimir todo anagrama o elemento decorativo institucional. Hay que ir a una «personalización de los espacios, buscando un ambiente significativo, hogareño, eliminando decoraciones y elementos propios de los modelos institucionales, cuidando los detalles». En definitiva, permitiendo que el usuario haga suyo el lugar y tenga acceso a «objetos significativos y a las propias pertenencias, evocadores de recuerdos y estimuladores de la actividad y la interacción social».

A los usuarios se les recibiría con entrevista personal, buscando conocer la biografía de cada uno y adaptar la estancia a ella. También se abrirían nuevos cauces para su participación en la gobernanza del centro. El vínculo con la familia se reforzaría con un «horario abierto de visitas, respetando siempre la intimidad y el descanso», y también con el desarrollo de la figura del profesional de referencia.

El borrador sugiere «revisar los actuales ratios profesionales, asegurando la suficiencia de profesionales de atención directa», también «garantizar salarios y condiciones de trabajo dignas que faciliten el buen cuidado y la conciliación familiar». Ello requiere a su vez «elevar el coste de la plaza en los conciertos» acercando los contratos «a las necesidades económicas reales que supone el cambio de modelo».