RAMÓN MUÑIZ
GIJÓN.
Lunes, 26 de julio 2021, 00:58
Primera evidencia: Adrián Barbón no es Pedro Sánchez, ni quiere. El presidente nacional despidió a siete de los 13 ministros socialistas en una crisis que el partido defendió como necesaria. Los nuevos darán «un mayor impulso, la gente en el Gobierno estaba muy agotada», ... justificó la vicesecretaria general del PSOE, Adriana Lastra.
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De comprar ese marco, cabe concluir que el presidente del Principado considera que la pandemia no quemó a su Gabinete más allá de la consejera de Educación. Que nueve de los diez consejeros que tomaron posesión ayer hace dos años siguen en forma para afrontar una segunda mitad de legislatura marcada por el reto de la recuperación económica y los fondos europeos.
«Cuando estudiaba en la ESO había aquello de 'progresa adecuadamente'. Aquí todos los consejeros están sometidos a evaluación permanente, y a su vez todos los directores generales están sometidos a la evaluación permanente de su consejero. Si en algún momento se considera que hay que hacer relevos, se harán con normalidad». Lo decía Barbón el 22 de mayo en un programa de Canal 10 donde se sometió a preguntas ciudadanas. Ante las que le reclamaban el cese de Carmen Suárez, vino a pedir tiempo: «Según avancen los meses, con total normalidad se evalúa. Lo haría con la pandemia y sin ella». Un día después, EL COMERCIO avanzaba que la consejera de Educación dejaría su cartera antes del nuevo curso escolar.
Una vez consultado a su núcleo duro, el presidente concluye que se rodeó de un equipo joven que gana experiencia y merece margen para desplegar los proyectos que la covid aplazó. Junto al presidente se consolidan como figuras de referencia el vicepresidente Juan Cofiño, el 'superconsejero' Alejandro Calvo, Pablo Fernández como gestor de la pandemia y Borja Sánchez con su promesa de innovación.
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La oposición ha centrado sus ataques en Enrique Fernández, el titular de Industria y el aludido llegó a lamentar en privado el escaso apoyo que percibía de sus compañeros de filas. Presidente y vicepresidente llevan meses arremangándose para desatascar ese frente. La concatenación de anuncios como la luz verde a la regasificadora, el rescate de Duro Felguera, el plan de futuro de Arcelor y el contrato de Santa Bárbara son ahora repetidos desde el partido y el Gobierno como argumento suficiente para defender un frente que quedaría en cuestión relevando al titular.
Segundo mensaje: el Principado de Barbón es un organismo vivo, en constante reajuste. Cierto que en dos años solo cesa a una consejera, pero también que el resto del organigrama está en sucesiva adaptación. El portal de transparencia da cuenta del cese o cambio de destino de 26 altos cargos hasta la fecha.
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Es un goteo discreto y constante que ha dejado por el camino a directores generales, secretarios técnicos, jefes de gabinete y bailes de competencias. Al poco de comenzar el mandato el vicepresidente Juan Cofiño cedió Biodiversidad y Espacios Naturales al consejero Alejandro Calvo y a cambio asumió la Asistencia Jurídica que tenía Rita Camblor. Hace un año el reajuste consistió en que Cofiño traspasase de nuevo a Calvo las áreas de Movilidad y Ordenación del Territorio para absorber también otra de Camblor: Función Pública.
Los movimientos seguirán. Lydia Espina debe hacer su equipo en Educación y nombrar sustituta en su dirección general. La liquidación de la Junta de Saneamiento integrará a su personal en una dirección de nuevo cuño. Sigue adelante la creación de la Agencia de Ciencia e Innovación, que contará con entre 20 y 50 trabajadores y del que se espera que asuma algunas facultades hasta ahora reservadas al Idepa.
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Tercera confirmación: el presidente gusta de cuidar los detalles y se toma su tiempo. El Ejecutivo que diseñó fue una declaración política, con una consejería de Ciencia, un comisionado para el reto demográfico y una directora general de Igualdad. Las primeras semanas buscó una figura externa que ejerciera de portavoz y solo confió la tarea en la consejera Melania Álvarez cuando los jurídicos le mostraton las dificultades de que alguien fuera del Consejo de Gobierno asista a sus deliberaciones.
Ese estilo se detiene en lo simbólico. Barbón renombró las salas del Palacio de Presidencia para hacer honor a sus antecesores, conmemoró el 25 de mayo como fecha en la que la Junta General se reveló contra el invasor francés y se ha dotado de un anagrama propio. Lo utilizó el martes para hacer balance de sus dos años de mandato, en una sala que estrenaba retoques en su decoración y donde se le preguntó por los cambios que ultimaba. «No se anuncian, se ejecutan», deslizó, reivindicando de nuevo una gestión de los tiempos que ha utilizado para encajar el relevo en un día especial: el aniversario de la toma de posesión de los consejeros. Un guiño al inicio de esta travesía.
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