YAGO GONZÁLEZ
OVIEDO / GIJÓN.
Martes, 27 de octubre 2020, 01:33
Nueve de la mañana. Tres policías nacionales hacen guardia en el vestíbulo de la estación de Renfe de Oviedo. No tienen demasiada tarea: se nota que es la primera jornada laborable desde que entrara en vigor el cierre perimetral de la capital asturiana, ... junto con los de Gijón y Avilés. Dos peregrinos de aspecto extranjero, con enormes macutos a la espalda, caminan por el andén 2. Al otro lado de la vía, hace su entrada el cercanías de la C-1, procedente de Lena y con destino Gijón. Baja apenas una docena de personas. Nadie controla si tienen o no los permisos para desplazarse.
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Eso no significa que los escasos pasajeros del tren no los lleven encima. Luz Sierra enseña el suyo: «Me lo hizo la señora, dijo que había una cola larguísima para pedirlo». Esta colombiana, que lleva tres años en España, ha trabajado toda la noche cuidando de una mujer en Oviedo y regresa a su domicilio de La Calzada. Al otro lado del pasillo escucha música Diego Arias. También tiene justificante para ir a Gijón, donde trabaja en una tienda.
El que aún no tiene el documento es Pablo Lara, residente de Lugo de Llanera. Tiene que proporcionárselo esta mañana la imprenta gijonesa en la que trabaja. Destaca el reducido pasaje: «A estas horas, entre las 8 y las 10, siempre está hasta arriba». Vicente Rodríguez, jubilado de Moreda de Aller, va a la ciudad costera para «hacer un pago», pero no las tiene todas consigo: «No sé si me van a dejar entrar...». Su diagnóstico sobre el escenario de la covid en Asturias es elocuente: «Está fastidiado, no saben qué hacer...».
Lorena Martínez sabe bien qué hacer. Enseña el certificado que guarda en su mochila rosa para desplazarse desde Mieres a la fábrica gijonesa en la que trabaja. Con tranquilidad y confianza.
Renfe informó ayer de que los clientes que «no tengan su desplazamiento adecuadamente justificado o no deseen viajar», pero hayan comprado billete con fecha entre el 24 de octubre y el 7 de noviembre, y cuyo origen o destino sean Oviedo o Gijón, podrán recibir el importe íntegro u obtener uno nuevo para otro día. En el caso de Alsa, fuentes de la compañía indican que aún no hay novedades en la política habitual de cambio de billetes.
En la estación de Sanz Crespo no hay policía. Un vigilante de seguridad dice que a él nadie le ha ordenado pedir los permisos de circulación a los viajeros. «Algunos me vienen directamente y me dicen que no tienen justificante. Yo les digo que deberían tenerlo, pero más no puedo hacer», cuenta. Eso sí, señala que a primera hora los trenes iban «cargaditos de estudiantes y trabajadores». No obstante, a las 10 la estación de autobuses gijonesa está desangelada. Conductores y vigilantes hablan en corrillo. «Esto lleva muy flojo ya varios días», dice uno de ellos. En un banco se sientan José Manuel Rodríguez y su esposa, Bienvenida. Han venido a una consulta en Cabueñes y regresan a su casa de Lastres.
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En el autobús de las 10.15 a Oviedo viajan ocho personas. Javier Vázquez va al médico. Este músico gijonés lleva un mes en Asturias tras un año en Colonia, aunque planea volver a la ciudad alemana después de Navidad.
Más preocupada está Natalia Doggio. También es gijonesa aunque vive habitualmente en Palma de Mallorca, y lleva un mes en casa de su madre. Trabaja en una franquicia de vestidos de novia y se desplaza a la tienda que hay en el centro de Oviedo. El verano ha sido pavoroso: «Se cancelaron el 90% de las bodas».
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Y en la semidesierta estación de la capital, dos cooperadores de una ONG tienen menos éxito del habitual captando interesados.
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