La pandemia de covid generó la idea de que se iba a producir un éxodo de población urbana al campo y que iba a ser masivo. Algo sí que hubo, y por ejemplo Teverga ganó 30 habitantes entre 2020 y 2021; Proaza, 15; Cudillero, 46; ... Peñamellera Alta, 14, o Soto del Barco, 50. Solo dos, Villaviciosa y Gozón, subieron en más de 100 habitantes (el concejo maliayo ganó 399 empadronados para llegar a 14.869, mientras que Gozón anotó a 130 vecinos más, para volver a superar a Carreño en la pugna poblacional que ambos mantienen tradicionalmente y subir a 10.412.
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¿Qué pasó en Villaviciosa y Gozón? No fue un incremento de la actividad agroganadera, precisamente, la clave. Afirman expertos demógrafos consultados por este periódico que «lo más probable es que tanto en la capital de Villaviciosa como en Luanco muchas personas con segundas residencias o que ya tenían un piso allí y que incluso ya vivían en la Villa que, durante la pandemia, decidieron empadronarse para poder estar allí en los confinamientos». No es un incremento neto real de población, en ese sentido.
De hecho, tomados los censos decenales de población de entre 1900 y 1991 y el padrón municipal (anual desde 1996), hasta 55 concejos marcan su récord negativo de población entre 2019 y 2021; que llegan a ser 62 si se tiene en cuenta el último cuarto de siglo. La causa fundamental es, como rezan los manuales de demografía, el incesado éxodo del campo a la ciudad. Pero no es tan sencillo.
Ningún concejo asturiano ha tenido su máximo de población después de 2014. Fue Siero, actuando en buena medida como ciudad dormitorio de Oviedo y Gijón, además de su propio incremento de actividad. Y solo otros seis han tenido su máximo de población desde 1996, todos ellos o bien ciudades, o muy vinculadas a alguna de ellas.
Por supuesto, Oviedo y Gijón ya estaban a la cabeza de población en Asturias en 1900, pero con 48.103 y 47.544 habitantes, menos de la cuarta y la quinta parte, respectivamente, de su población actual. Ambas multiplicaron por algo más de dos esa cifra entre 1900 y 1950, pero apenas necesitaron otras dos décadas para volver a multiplicarla por dos. La atracción de la inmigración interior (de otras regiones de España) con el gran desarrollo industrial vinculado a la siderurgia en los 60 está detrás de este fenómeno, que conllevó una deficiente planificación urbanística y estética especialmente clara en el caso de la expansión de Avilés. Porque Avilés no creció, lo que hizo fue estallar. El que al inicio del siglo XX era el 15º concejo por población de Asturias (le superaban, por ejemplo, Salas, Aller, Tineo y Villaviciosa, entre otros), con 12.763 habitantes, pasó a tener 25.511 en 1950 y a casi multiplicar por cuatro esa cifra en 1981, con 86.584. Desde ahí, Avilés ha ido perdiendo fuelle progresivamente, mientras Castrillón, Corvera e Illas se hacían cargo de la población que no absorbía ya la cabecera comarcal, aunque aún hoy se mantienen en los niveles de población alcanzados en los 80, especialmente Corvera.
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En todo caso, lo más preocupante para las ciudades asturianas es el progresivo envejecimiento medio de su población, que comienza a verse muy afectada por la falta de relevo generacional debida a la caída de la natalidad y al éxodo de la juventud tras su formación laboral.
Las cuencas mineras centrales cuentan una curiosa historia. En el periodo estudiado, sus mínimos de población en prácticamente todos los concejos del Nalón y el Caudal mineros se encuentran en la década de 1900, porque en ese momento eran básicamente concejos rurales con una todavía rudimentaria minería de chamizo. En las décadas siguientes comienza la gran expansión de la minería, las industrias auxiliares y las derivadas, que lleva a las cabeceras de comarca a superar los 70.000 habitantes (Mieres) y los 65.000 (Langreo) en los años 60. Fue su momento socioeconómicamente más dulce, con un lento declive a partir de ahí y acelerado con el anuncio del final de la minería.
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La teoría de los primeros fondos mineros, en los años 90, dictaba que se emplearían en una reindustrialización de las cuencas. En generar opciones laborales de futuro para una población a la que también habría que formar bien. Sin embargo, el empleo real de esos fondos mineros no se optimizó, y mientras duraron las prejubilaciones, tampoco había especiales motivos urgentes para que la nueva generación se aplicase a buscar nuevos retos, cuando padres y abuelos vivían con jubilaciones cercanas al máximo, generando un problema social añadido, cuyos efectos más graves se verán cuando esos abuelos y padres vayan desapareciendo y dejando de cobrar, por ende, esas pensiones. Hoy por hoy, los concejos más mineros de ambas cuencas mantienen aproximadamente la mitad de la población que tuvieron en los años 60.
La otra cuenca minera, con centro en Cangas del Narcea y actividad en Tineo, Ibias y Degaña, tuvo su máximo de población muy pronto en el pasado siglo (la más tardía fue Degaña, en 1960), tal vez porque el peso específico de la minería respecto a la agroganadería no era tan aplastante como en las cuencas centrales. Pero, eso sí, el cierre de la minería también sumió a la cuenca suroccidental en un intenso declive que en los cuatro concejos se concreta en que sus cifras mínimas históricas de habitantes se han registrado, en todos ellos, en 2021 (a falta de que los datos del 1 de enero de 2022 por municipios se den a conocer).
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Hay una serie de concejos en los que el peso de la población de las ciudades cercanas y de su actividad socioeconómica marca su devenir. Son los ya mencionados Corvera, Illas y Castrillón en el entorno de Avilés (que también lleva población a Pravia, Soto del Barco, Muros de Nalón y Gozón). Para Gijón, funcionan así Villaviciosa y Carreño, pero también Siero, Noreña y Llanera, que combinan su propia industria con la función de 'concejo dormitorio' también para Oviedo. En el caso de Siero y Noreña, también atrajeron un número sensible de habitantes de las cuencas mineras tras el cierre de los pozos.
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Hoy, todos ellos llevan años estabilizados en población o con pequeñas disminuciones, si bien Villaviciosa, Soto del Barco y Muros del Nalón están lejos de sus máximos históricos. Muros y Soto tuvieron una intensa actividad portuaria vinculada a la pesca y al transporte de carbón y minerales de la que hoy carecen. Villaviciosa, con una historia agroganadera muy larga, tuvo nada menos que 22.117 habitantes en 1930. Hoy, 14.869.
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Pero si las cifras de Villaviciosa sorprenden, no menos lo hacen las de otros concejos más rurales. Es un mundo muy diferente, el de 2021.
En 1900, Oviedo, Gijón y Avilés sumaban 108.410 habitantes (y Avilés era poco más que una pequeña villa pesquera). El resto de la región sumaba 518.659 habitantes. Más de medio millón, con cabeceras de comarca como Luarca, Tineo, Cangas del Narcea y la propia Villaviciosa que pasaban, cada una de ellas, de 20.000 habitantes. Pero es que concejos tan vacíos como Belmonte (1.437 vecinos en 2020) llegaron a tener 7.630. O Somiedo, que hoy roza los 1.100, tuvo hasta 5.558 en 1940.
El caso más llamativo por cifras es el de Pesoz, que hoy es el segundo menos poblado de Asturias, con 141 almas (solo 6 de ellas son menores de edad). En 1950 llegó a registrar 14 veces más, con un máximo de 2.104 personas. Bien es verdad que entre 1945 y 1954 se ejecutó entre Pesoz, Grandas de Salime y Allande el embalse y la central hidroeléctrica de Salime, que durante ese periodo doblaron la población del municipio al asentarse en el poblado de A Paicega, recientemente restaurado como la joya de arquitectura utilitarista que es. Aún así, antes de esa obra, la población de Pesoz sextuplicaba la actual.
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