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MARCO MENÉNDEZ
GIJÓN.
Domingo, 5 de agosto 2018, 05:49
Tomás Díaz (Luarca, 1949) es catedrático de Botánica de la Universidad de Oviedo y uno de los responsables de la redacción del plan de eliminación de la 'Cortaderia selloana' (plumero de la Pampa) en Asturias. Esta planta invasora está causando problemas medioambientales y económicos. Además, se sospecha que también de salud. Eso sí, advierte de que su erradicación total «va a ser muy difícil».
-Hacia 2006 hicimos un proyecto para evaluar el coste que suponía la erradicación del plumero y eran unos 96.000 euros. Desde entonces ha avanzado mucho por todo el norte de España y en el último proyecto, que ya comenzamos a desarrollar, el coste está entre cuatro y seis millones de euros. La erradicación total va a ser muy difícil por la extensión que ocupa y su capacidad de supervivencia. Hemos tardado muchísimo en actuar y ahora esperamos que en seis o siete años podamos tener al menos controladas las poblaciones de plumeros en Asturias.
-Todas las plantas alóctonas, es decir, las foráneas, florecen antes que las nuestras, con lo que producirán semillas antes y ocuparán los nichos de terreno que tenían que ocupar las plantas autóctonas, destruyendo los hábitats. Con el plumero también ocurre que entra en prados y cultivos, con lo que, además de problemas medioambientales, también los causa económicos y sociales. Además, no hay que olvidar que estamos vendiendo turísticamente a Asturias como un paraíso natural, pero cuando alguien ve el paraíso blanco...
-Puede haber un problema desde el punto de vista sanitario, aunque todavía no está confirmado. Sabemos que las gramíneas provocan alergias cuando florecen, que es en primavera. Pero en el HUCA y en el resto de hospitales asturianos se ha detectado un pequeño pico de alergias en otoño. En un principio se pensaba que podía ser producido por ácaros o similares, pero ahora se investiga si es a causa del polen del plumero, pues florece en septiembre y octubre, con lo que las fechas coinciden.
-Se analizó que cada plumero produce unas 100.000 semillas al año. Cada planta puede llegar a tener diez plumeros, con lo que ya tenemos un millón de semillas. Pero para formarse las semillas se necesita cuatro o cinco veces más de polen. Esa es la cantidad de polen que puede producir una sola planta. Si ahora sumamos la cantidad de plantas que se conocen en la actualidad en Asturias, se puede producir un pico de alergias notable. De esta forma, ya tenemos un triple problema: el medioambiental, el económico y el de salud. Por eso la Administración regional ha pensado que hay que combatirlos.
-En 2017 se estimaba que había entre 900.000 y 1,5 millones de individuos, pero los números reales son mayores. La empresa Tragsa, que ha comenzado con los trabajos de eliminación, se ha dado cuenta de que en los puntos donde nosotros habíamos estimado un número, en verdad hay más.
-En los concejos con mayor número de habitantes y, en concreto, en Gijón. Pero el problema está concentrado en toda la zona central de Asturias, pues es donde está la mayor concentración de industrias, tierras removidas y movimiento de gente, pero esa una zona en la que casi todo el borde son áreas protegidas. También hay problemas en las alas, pero menos. La zona interior asturiana es muy continental y puede aparecer puntualmente algún ejemplar, porque, de momento, la planta no supera los 665 metros de altitud. Pero se puede adaptar y entonces el problema se expandirá por todos los lados.
-Queremos rodearla. Hay que aislar la zona central, eliminando todo lo que hay alrededor. Durante dos años, actuamos en la zona occidental y también puntualmente en zonas con gran densidad de plantas del centro de Asturias, como la Zalia, el polígono de Bobes y la ría de Villaviciosa. Los dos años siguientes pasaremos a la zona oriental, manteniendo la actuación en las tres zonas de antes. Los últimos tres años el trabajo será directamente en la zona central. ¿Erradicarlos? Veremos si podemos, porque la superficie es enorme.
-Depende, porque, por ejemplo, en Ceasa hay grandes poblaciones dentro de su recinto. Que tengamos una zona industrial activa no quiere decir que la planta se elimine.
-Hay tres sistemas; el mecánico, el químico y el mixto de los dos anteriores. Para el químico se utiliza un compuesto barato, que es el Glifosato, si bien la OMS dijo que es cancerígeno y la Unión Europea concedió una moratoria de cinco años. Pero este producto no lo vamos a usar en áreas protegidas, ni en hábitats sensibles no protegidos ni donde haya acuíferos.
-En aquellos casos en los que no se utilice el glifosato. Si el sistema usado es el mecánico y nos quedan raíces, tendremos que volver a actuar. Por eso hay que hacer un seguimiento al año siguiente en aquellos sitios en los que ya se actuó.
-Sí. Hay un presupuesto del Principado y se ha contratado a Tragsa, que ya comenzó a trabajar. También estamos en conversaciones con la Demarcación de Carreteras, Costas y los ayuntamientos, porque este trabajo tiene que estar coordinado. La viceconsejería también habló con el ministerio para que haya un apoyo en la Unión Europea y se considere una planta potencialmente peligrosa y sea catalogada como tal. Así, podríamos contar con más fondos para proyectos de este tipo.
-Sí, pero también ha llegado al sur de Francia y al norte de Portugal. Ya tenemos a tres países implicados y hay un apoyo total de la sociedad. La gente está muy motivada porque ve los problemas que causa.
-Sería fundamental actuar sobre las budleyas, la uña de gato, la margarita del cabo, la grama americana y la Spartina patens. Estas plantas afectan sobre todo al litoral y en los sistemas dunares eliminan a las plantas autóctonas. Es un problema muy grande en Barayo, Verdicio, Xagó o El Espartal, donde desarrollamos proyectos para arrancarlas a mano.
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