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SARA GARCÍA ANTÓN
GIJÓN.
Lunes, 3 de septiembre 2018, 03:24
Están prácticamente por todo el territorio. Sobre las vías del tren, en los márgenes de las carreteras, junto a las casas y ocupando la franja costera. Cada ejemplar de plumero de la Pampa puede vivir de diez a quince años, es especialmente resistente a las incidencias meteorológicas y no es sencillo acabar con ellos, sin olvidar su elevada capacidad para propagarse. De hecho, cada plumero (inflorescencia) puede expandir «miles de millones de semillas». Así se describe el avance de la 'Cortaderia selloana' en la zona norte de España en la denominada 'Estrategia de gestión, control y posible erradicación del plumero de la Pampa', que el Ministerio para la Transición Ecológica ha elaborado junto a representantes de las comunidades autónomas más afectadas por la presencia de esta especie que ya tiene presencia en toda España y que acaba con prácticamente todo lo que se le pone por delante, eliminando a la flora autóctona y poniendo en peligro, en el caso de Asturias, hábitats de reconocido valor natural como los carrizales de la ría del Nalón y las dunas de las playas de Xagó y de Rodiles. Su presencia «amenaza estos lugares frágiles».
«Su capacidad para invadir el entorno fluvial, sistemas dunares y colas de estuarios y embalses convierten a esta especie en una invasora muy peligrosa para estos valiosos ecosistemas», advierte el informe, que alerta también de que en el Principado se ha empezado a observar ya su aparición en hábitats naturales y seminaturales, algo que hasta ahora solo había sido constatado en Cantabria y el País Vasco. Ante la «grave amenaza» que supone para las franjas costeras se propone incluso crear zonas libres de plumero en las inmediaciones de estos espacios protegidos, las llamadas zonas tampón.
«Ocupa todo tipo de ambientes, tanto naturales (bordes de marismas, dunas, bordes de bosque, pastizales...), como intervenidos (prados de siega mal mantenidos, taludes y cunetas, incluidas las ciudades, donde está presente en terrazas, tejados y fisuras de terrazas», se enumera en el documento. En concreto, en el Principado, casi la mitad de los ejemplares de plumero de la Pampa se han asentado en áreas de carácter industrial y comercial (48,5%) y el 26%, de ellos jalonan las carreteras de la región. En menor porcentaje aparecen en lugares como minas y canteras (6%), solares urbanos (5,6%), vertederos y escombreras (6,3%) y vías de tren (3,1%). Se constata, detalla además la estrategia ministerial, que data de julio, «su expansión por las zonas bajas de la fachada cántabra y se alerta de su avance por áreas hasta ahora inadecuadas para esta especie, como zonas de montaña, su tendencia demográfica es claramente expansiva». Tanto es así que incluso en el documento se llega a hablar de la posibilidad de una invasión de treinta años de duración.
Para poner coto a esta situación, ya se han puesto manos a la obra tanto el ministerio como las comunidades autónomas afectadas por la presencia de una especie que se cree llegó inicialmente durante la guerra civil en barcos cargados de cereales que llegaban desde Argentina. Su expansión se produjo décadas más tarde, con la primera presencia documentada de un plumero de la Pampa ya naturalizado en Santander, en 1953. Su utilización como planta ornamental en jardines e incluso en carreras facilitó que fueran colonizando el territorio.
La A-8, como otras autovías de todo el país, se acabó convirtiendo en uno de sus mejores aliados, facilitando su avance. De esos usos decorativos se deriva la medida de actuación quizás más sencilla de llevar a la práctica que propone el documento: controlar todos los establecimientos en los que se vendan plantas ornamentales. Además, se ha incluido la 'Cortaderia' en el catálogo español de especies exóticas invasoras, con lo que existe ya una prohibición genérica de su posesión, transporte, tráfico y comercio.
Lo de acabar con estas plantas ya es otra cuestión más complicada. No basta con eliminarlas una vez. Pueden rebrotar. Y, de hecho, lo hacen. Hay que retirarlas una y otra vez, revisar y controlar las áreas sobre las que se ha trabajado y estar seguros de que ahí no volverá a surgir otro ejemplar de plumero de la Pampa. Se recomienda utilizar «dos o varios métodos» al mismo tiempo, para incrementar la eficacia de los trabajos.
«Se debe estudiar caso por caso», asegura el documento, además de tener en cuenta la época del año para evitar males mayores. En la zona norte, la floración es en agosto y el periodo de dispersión de semillas se centra en noviembre.
El documento elaborado por el ministerio y las comunidades autónomas propone desde medios mecánicos de retirada y alteraciones del medio físico, como alteración de la salinidad, hasta su corte y arranque manual, siempre sin olvidar la necesidad de reiterar las acciones. En El Musel acaba de finalizar la primera fase de retirada de plumeros y el Principado ha puesto en marcha una serie de actuaciones que, al menos, se prolongarán siete años. Se rechaza el fuego controlado porque «puede rebrotar con más fuerza» y se plantea, con cautela, el recurrir a erradicaciones por la vía química.
En Asturias, cita el documento, se realizó un ensayo con glifosato que si bien en la primera aplicación los resultados no fueron lo suficientemente satisfactorios, tras una segunda «el porcentaje de individuos marchitos fue constante». Las pruebas con el herbicida quizalofop no invitan al optimismo: «Con relativa frecuencia se observaron partes de la planta con rebrotes».
Perjudiciales para el medio ambiente y, especialmente, para las plantas de los humedales, los plumeros de la Pampa también tienen efectos en la salud. Se ha constatado un incremento de los casos de alergia respiratoria en época de floración, algo que se está investigando más en profundidad.
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