La doctora Pilar Valladares, delante del HUCA. Alex Piña
Jubilación

Pilar Valladares, la psiquiatra que nunca tiró la toalla con los trastornos alimentarios

La responsable de la unidad de trastornos de la conducta alimentaria del HUCA se jubila. Lleva desde 1995 tratando «con el sufrimiento profundo»

Martes, 24 de septiembre 2024, 14:45

La responsable de la unidad que trata los trastornos de la conducta alimentaria en el HUCA se jubila. Una unidad vinculada al servicio de Salud Mental que funciona desde hace casi treinta años, los mismos que Pilar Valladares lleva ejerciendo como psiquiatra ... en el principal centro hospitalario de la región. Es más, su primer trabajo al acabar la formación sanitaria especializada fue precisamente montar esta unidad, que presta atención médica y acompañamiento emocional a quienes desarrollan comportamientos patológicos frente a la comida, como la anorexia o la bulimia.

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La doctora Valladares es precisa al fechar la puesta en marcha del dispositivo asistencial al que ha dedicado prácticamente toda su vida profesional –el 9 de marzo de 1995– y recuerda que, al inicio, disponían de sólo dos camas para el ingreso de los casos más graves. «Hasta entonces, los pacientes tenían que ir al Hospital de Valdecilla, a Cantabria», apunta. Ahora, la unidad cuenta con cinco camas para mayores de 14 años; asume la atención de la población infantil –cuya hospitalización, por ley, siempre deben realizarse a través de los servicios pediátricos–; e incluye un hospital de día con capacidad para 12 plazas.

Hay días, no obstante, en los que pueden llegar a tratar a 18 pacientes. Cuenta Pilar Valladares que el equipo que se ocupa de los trastornos de la conducta alimentaria en el HUCA –ella, como psiquiatra, dos psicólogos clínicos y tres profesionales de enfermería especializados en salud mental– exprimen las horas y los recursos disponibles para optimizar «al máximo» la respuesta del sistema sanitario. La lista de espera nunca sobrepasa los quince días. «El impacto que causan estos trastornos es brutal y requieren atención lo antes posible», ha tenido muy presente siempre Valladares.

La presión asistencial es muy elevada, especialmente desde la pandemia del coronavirus, que desencadenó «una explosión de casos, sobre todo entre la población infanto-juvenil». En el confinamiento se perdió el contacto humano y las redes sociales pasaron a ser «palabra de Dios». El acceso prematuro al universo online, tan generalizado actualmente, complica las inseguridades e incertidumbres de quienes afrontan una etapa de por sí «tan complicada» como es la adolescencia o la primera juventud.

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«Los modelos que se trasmiten, como la delgadez, pesan. Pero la presión del cánon estético no es lo más importante en los pacientes que vemos. Detrás de un trastorno alimentario hay un sufrimiento más profundo. Hay dificultad para adaptarse a los cambios del ciclo vital; angustia ante la incertidumbre o ante la posibilidad de no agradar al entorno; un nivel de exigencia brutal; miedo al fracaso, a fallar...», precisa Pilar Valladares, catedrática en sufrimientos ajenos y gran apasionada de su trabajo. Hasta el punto de que «no me veo desligándome del todo» cuando cuelgue la bata blanca el próximo 7 de octubre, un momento que «me suscita muchas emociones».

«Este trabajo ha sido un privilegio»

Se acuerda de quien fuera su supervisora, Josefa Alonso, que «me ayudó muchísimo». Y de sus compañeros. Y de los pacientes. Muchos. Cientos. De todas las edades y en su mayoría –un 95%– mujeres. Sólo entre 2021 y 2023 ingresaron en el HUCA 181 personas con trastornos de la conducta alimentaria, 32 de ellos menores de 14 años. Por ir más al detalle: durante ese período, el área sanitaria IV (Oviedo y zona central de Asturias) pasó de derivar 19 casos en un año a 30. «Este trabajo ha sido un privilegio porque tratas a personas que te abren la puerta de sus sentimientos más profundos», señala Pilar Valladares, para quien «también ha sido muy gratificante colaborar en la formación de los profesionales más jóvenes», transmitiéndoles su vocación por la salud mental.

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Labor como la que ella ha llevado a cabo desde 1995 contribuye a que los trastornos de la conducta alimentaria, antaño tabú, se aborden con «la normalidad debida». Porque, asegura, «las patologías relacionadas con la salud mental forman parte de la vida». Y en concreto la anorexia y la bulimia «tienen cura, claro que sí», anima. El desenlace es fatal entre un 15% y un 18% de los casos. Un 20% derivan en enfermedad crónica. Y el resto de los pacientes –en torno a un 65%– sale adelante. «No hay que tirar la toalla nunca ni dejar de acompañar. Ni en los casos graves, con una evolución de muchos años», deja como legado esta psiquiatra gijonesa.

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