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MARLA NIETO
GIJÓN.
Domingo, 12 de abril 2020, 01:16
La difícil situación que atraviesa el mundo debido al coronavirus se agudiza en el caso de los colectivos vulnerables, como lo son las personas que viven en chabolas y en infraviviendas. Al estar ubicadas a las afueras de las zonas urbanas, sienten que los organismos ... públicos no les están teniendo en cuenta.
Así lo manifestó el director de la Fundación Secretariado Gitano, Víctor García: «Deberían ser una población preferente que atender, pues hay familias que viven en una situación de pobreza severa». Además del escaso espacio que abunda en este tipo de viviendas, se une un entorno degradado e insalubre, ya que «no pueden guardar unos mínimos de cara a la higiene».
Ahora, con el estado de alarma, se crea un problema aún mayor para los chabolistas, la falta de empleo. «La mayoría se dedica a la venta ambulante, pero al no poder ir a los mercadillos, se quedan sin ingresos». Otros recogían chatarra y recibían algo de dinero por ella, «pero como no dejan salir de casa, pierden ese extra que, unido a las ayudas sociales, les salvaban el mes».
En Asturias hay unas mil personas que viven en estas condiciones. Hay poblados de chabolas e infraviviendas en Paxarada, Santa Ana y Las Carboneras (Gozón); en Pinos Altos y La Plata (Castrillón); en Picu Sierra de Granda (Siero); en Peñarrubia (Langreo); en La Junquera de San Esteban de Pravia (Muros de Nalón); en Guijarro (Llanera), y en La Magdalena (Soto del Barco).
Una de esas personas es María del Socorro Jiménez. En su casa, ubicada en el poblado de Santa Ana, en Luanco, vive ella con su hijo y sus cuatro nietos. Recibe casi 700 euros por viudez, y su hijo, 600 de la ayuda social, y aunque no paga alquiler, sí «agua, luz, bombona, detergentes, alimentos para todos». Su hogar, en el que lleva 40 años, dijo, «está fatal. El baño nos da problemas y tenemos goteras».
El centro de salud, las farmacias y los supermercados les quedan lejos, y en estos momentos, eso supone otro inconveniente. Hay familias que no tienen un vehículo en el que poder acudir al centro urbano para hacer la compra. «Mi hijo tiene una furgoneta que es más bien un trasto, pero le vale para ir a por alimentos», aseguró Socorro.
Otro afectado por esta situación es Javier Montoya, de Granda, que vive con su mujer y sus dos hijas y recibe el salario social y una pensión por invalidez. Solicita que Cruz Roja u otra asociación les ayuden con alimentos: «Con lo que cobramos tengo para dos semanas, pero luego, ¿qué hacemos? No tenemos ni un duro para comprar comida, y yo soy capaz de pasar el día con un vaso de agua, pero mi hija de cinco años, no».
El pasado miércoles fue el Día Internacional del Pueblo Gitano, y aprovecharon la jornada para remarcar que el coronavirus está golpeando de manera especial a este colectivo.
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