«Si volviera a nacer, volvería al mismo camino sin dudarlo»

Hace sesenta años, en el hospicio de Oviedo -lo que hoy es el Hotel de la Reconquista- nació la Cruz de los Ángeles, una ONG que cambiaría su nombre, con el tiempo, por el de Mensajeros de la Paz. Para conmemorar este aniversario, el Padre Ángel, su fundador, visitará el miércoles el hotel y el jueves, irá a Covadonga para continuar con la celebración.

-¿Cómo resumiría los sesenta años de andadura de Mensajeros de la Paz?

-Han sido sesenta años de vida, de trabajo e ilusión. En este tiempo, hemos ido haciendo realidad nuestro sueño de intentar que los niños y los ancianos tuvieran una vida mejor en un mundo mejor. Conseguimos que fueran desapareciendo los grandes hospicios y que los niños vivieran en hogares.

-¿Qué significa volver esta semana a Asturias, donde empezó todo?

-Volver a Asturias es volver a dar gracias porque una obra como esta no es de una persona ni de dos, sino de cientos y de miles que colaboraron. Tenemos que dar gracias a Asturias, a la Santina y a quienes creyeron en el proyecto de dos curas jóvenes, a los que algunos nos tenían por locos. Yo creo que tenían razón, estábamos locos, pero locos de hacer el bien.

-¿Qué recuerdos le trae el Hotel de la Reconquista, antiguo hospicio de Oviedo?

-Agridulces porque recuerdo allí a los niños con el mandilón azul, el pelo rapado y las caras tristes, pero también recuerdo estar allí para recibir el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia.

-¿Con el tiempo, se reencontró con alguno de aquellos niños a los que ayudó?

-Sí, esos niños han sido hombres y mujeres normales y corrientes, insertados en la sociedad. Algunos de esos niños ya son abuelos y trabajaron con nosotros. Ninguno es antiguo alumno nuestro, son todos familia.

-De todos los proyectos que Mensajeros de la Paz llevó a cabo, ¿hay alguno que le enorgullezca más?

-Hay uno, 'Le querrás más que a un hijo', que fue una campaña para acoger a niños terminales, que vivían en hospicios. Eran niños que se podían morir en cualquier momento y, aún así, aparecieron 400 familias para acogerlos. Una de esas niñas hoy tiene treinta años y sigue entre nosotros. Creo que no hay cosa más bonita que dar vida a los niños y quitarles la frialdad de tener que estar con educadores.

-¿La iglesia de San Antón, abierta 24 horas, fue otro hito de la ONG?

-Era un sueño. Es un hospital de campaña para curar heridas de dentro y de fuera. Esa iglesia es una bendición de Dios y ya hay otras cuatro como esta por el mundo.

-¿Qué proyecto tiene ahora en mente?

-Tenemos el proyecto de la Catedral de Mejorada, la que Justo Gallego hizo con sus propias manos, utilizando residuos. Él dedicó a ella toda su vida y, antes de morir, nos pidió que la termináramos. Queremos hacer una catedral que sea encuentro de hombres y mujeres de cualquier índole, donde se pueda ir a tomar café o a pedir un consejo, que sea un lugar donde encontrar paz. Además, le hemos puesto, como asturianos, un rincón a la Santina.

-Con todo lo que ha dado, ¿qué ha recibido usted la sociedad?

-Hemos recibido y hemos dado mucho cariño, muchos besos y muchos abrazos. No hay felicidad mayor en esta vida que la de dedicarse a los demás. Ahora mismo, el mundo está carente de cariño y lo que tenemos que hacer es besarnos más y querernos más. El gran problema de nuestra sociedad es que nos queremos poco.

-Si volviera a nacer, ¿volvería a fundar Mensajeros de la Paz?

-Sin duda alguna, yo volvería al mismo camino sin dudarlo. Es un privilegio poder hacer el bien a los demás y haber conocido a tantas personas buenas (algunas ya son santas), a tantas mujeres heroicas y a niños que crecieron sin familia y formaron la suya propia.

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