«Muchas cosas de las que viví se me quedaron en el corazón»

Yo estuve en muchas guerras, en terremotos y en lugares muy difíciles y muchas cosas de esas que viví se me quedaron grabadas en el corazón», contaba ayer el Padre Ángel, en el Hotel de la Reconquista, a donde acudió para celebrar los sesenta años de Mensajeros de la Paz. Con la emoción clavada en la garganta y el «protocolo roto», el sacerdote echó la vista atrás para hacer balance de una andadura que empezó con niños como Tinín, «uno de los primeros a los que acogimos, que me dijo, cuando le di un beso, que era la primera vez que alguien lo besaba. Y tenía siete años».

El recuerdo de ese crío, hoy hombre, es el resumen perfecto de la admirable labor que, durante seis décadas, ha llevado a cabo esta ONG. «Lo más importante que hemos hecho nosotros es dar amor», simplificaba el padre Ángel, y, «por mucho que los agoreros digan que nos van a venir todas las plagas, no os lo creáis», proseguía. «El mayor problema de nuestra sociedad es que nos tenemos que querer más».

Por eso, sobre ese sentimiento giró la celebración del aniversario de una ONG que, para Alfredo Canteli, el alcalde de Oviedo, es «digna de admiración». Para él, «Mensajeros de la Paz y el Padre Ángel son indispensables», prometía, antes de lanzarles el guante: «Nuestra mano siempre estará tendida».

Igual que se la tiende el presidente del Principado, Adrián Barbón, quien, viendo lo que Mensajeros de la Paz hace, cree que «el amor es capaz de derribar los muros más sólidos». Él tenía claro que es «un motivo de orgullo que hayan entregado su vida a los demás». Por eso le dijo al sacerdote un sincero «siempre me vas a tener en tu equipo». La celebración terminó con el público en pie y el Coro Minero de Turón, recordando los orígenes de una ONG asturiana que rompe fronteras.