GLORIA POMARADA
RIBADESELLA.
Sábado, 8 de septiembre 2018, 00:10
En días de premios, continuas felicitaciones y actos por el cincuenta aniversario del hallazgo de la cueva de Tito Bustillo y la entrega de la Medalla de Oro de Asturias a sus diez descubridores, los hermanos del fallecido explorador consiguieron apartarse ayer del ajetreo de ... las últimas semanas para adentrarse en la memoria. Nunca antes los siete Fernández Bustillo habían accedido juntos a la cueva en la que aquel 12 de abril de 1968 dos de los benjamines de la familia, Celestino 'Tito' y Eloísa, penetraron como parte de una aventura juvenil que acabó cambiando la historia del arte rupestre.
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La fatalidad quiso que apenas tres semanas después el joven Tito, de tan solo 18 años, falleciese en un accidente de montaña en Quirós. En su honor fue bautizada la cueva a la que sus familiares habían regresado desperdigados a lo largo de estas cinco décadas. «Aprovechando la entrega de la Medalla de Oro conseguimos reunirnos los siete y como homenaje a Tito, el único que nos falta, nos animamos a venir», explica Eloísa a las puertas de la caverna, antes de emprender una visita en la que les acompaña EL COMERCIO.
No ha sido fácil que José Antonio, Gerardo, Enrique, Jorge, Eloísa, María y Marian, coincidan en Asturias, pues con los años los hermanos han ido ampliando los horizontes de su Oviedo natal a Gijón, Madrid, Cataluña y Bruselas. Las nuevas generaciones, explican, están incluso diseminadas por Haití, Luxemburgo, Irlanda y Austin. La inclinación a la aventura asoma también en los más pequeños de la saga, como Pelayo y Águeda, nietos de Gerardo, que en la pasada tarde se adentraron por primera vez en la caverna de la que tanto han oído hablar. «Las pinturas de caballos son lo más emblemático», explica con convicción Pelayo, de 11 años. Dentro de la cueva, es el guía que les acompaña quien prosigue con unas indicaciones que pronto se transforman en preguntas a Eloísa. Sus hermanos quieren saber por dónde entraron los diez descubridores y ella responde con los recuerdos que aun laten en su memoria, como el momento en el que Adolfo Inda descubrió las primeras pinturas al ir a aliviar una urgencia fisiológica.
A pesar de los «36 años de silencio» que los diez descubridores han sobrellevado, en estas décadas no han dejado de colaborar para mantener vivo el legado de su hazaña y de lo que la propia cueva significa. Los materiales originales de la expedición, fotos o recortes de la prensa de la época expuestos en el Centro de Arte Rupestre proceden de donaciones del grupo, que planea ya su última entrega. Será la Medalla de Oro de Asturias que el jueves recibieron de manos del presidente Javier Fernández y que depositarán en el centro riosellano, previsiblemente en octubre.
Lo que luce ya en la instalación aledaña a la cueva es el diploma entregado a título póstumo a Tito Bustillo en la ceremonia de las Medallas, con la firma de cada uno de los siete hermanos. «El que vayamos trayendo todo aquí forma parte de la historia de la cueva, muestra lo que se ha ido consiguiendo y la difusión que ha tenido a lo largo de los años», afirma Eloísa.
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