Centenares de personas visitaron durante la jornada de ayer la XIX edición del 'Mercáu Tradicional de la Magdalena' que se celebró en las calles del casco histórico de la villa llanisca, una actividad que continúa a lo largo de todo el día de hoy. Era aquello un mercado al aire libre en el que el visitante podía encontrar de todo en los casi cien puestos allí ubicados. A decir de los comerciantes la jornada resultó «excelente» en ventas, actuando como factor dinamizador la ausencia de sol, un ligero viento, el orbayu matinal y el escaso interés de nativos y turistas por acudir a la playa.
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La oferta iba de artesanía en madera hasta jabones, pasando por cuchillos y navajas, hilados, joyería y bisutería, legumbres, hortalizas, cuero, mermeladas ropa, complementos, velas y cera o juguetería, sin que faltaran alimentos de consumo instantáneo: chocolates y bombones, anchoas y boquerones, quesos, empanadas, panes, pasteles y rosquillas, crepes, garrapiñadas, magdalenas y barquillos.
Desde la localidad maliaya de Amandi se presentó el inglés Clive Ramshaw con un taller de títeres que hizo las delicias de los niños a través de un relato titulado 'La huertina de Luis'. Comentó que actúa «en fiestas y cumpleaños infantiles y que con frecuencia acudo a entretener a niños en hospitales».
Delicioso y muy demando queso de búfala trajo Viviana Alonso desde las localidad leonesa de Robles de Valcueva. Vendía a 40 euros el kilo y pregonaba sus excelencias frente al colesterol y su riqueza en Omega3. La oferta quesera la completaban dos factorías cántabras: Peñasagra, de Cabezón de Liébana, y El Pendo, de Escobedo de Camargo.
Desde el concejo de Villaviciosa llegaron Blanca y Carlos con crepes novedosas, como una «salada al estilo bretón trabajada con masa de trigo sarraceno».
Rodeado de gente se encontraba siempre el puesto de David Municio, procedente de San Felices de Buelna, quien hilaba en directo y ofertaba mantas y ponchos fabricados con lana de alpaca, así como gorros, bufandas y otros complementos tejidos con lanas procedentes de rebaños de ovejas portuguesas.
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María José Ríos trajo desde Ribadeo chocolates, bombones y «rocas de as catedrais», de la marca Moreno, fundada en 1941 por su padre, Fernando Ríos. Celia Vallina llegó desde Argüelles con 150 kilos de fabes de la granja y cien de verdinas, así como de otras ocho variedades de alubias, además de vainas, tomates, cebollas y patatas. Y de la localidad llanisca de Cue viajó Pablo Peláez González, de la empresa Anchoas Ballota, con «tarros y bandejas de anchoas, boquerones, ventresca y tarros de bonito».
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