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Los lloqueros ya vuelven a romper con su tintineo alegre el silencio que desde hace meses reinaba en la Montaña de Covadonga. Con un ojo puesto en el cielo por si se cumplían los augurios de mal tiempo y el otro en el suelo ... para comprobar el estado de unos pastos maltrechos por el nordeste de la pasada semana y la 'seca' por la falta de lluvias, varios ganaderos cangueses y onienses cumplieron ayer con una tradición que se remonta a mucho tiempo antes de que la mayoría naciera. Como cada 25 de abril, 'día del coto', subieron a sus primeras vacas a disfrutar en libertad de los pastos de los puertos altos.
La querencia y el instinto de pertenencia a una tierra que no sería lo mismo sin ellas hacía que los animales, la mayoría novillas –las vacas paridas y las crías más jóvenes les seguirán en las próximas semanas– subieran a buen ritmo por las empinadas pistas y una carretera que es a la vez el cielo y el infierno de los amantes del ciclismo.
«Se criaron aquí, aunque nacieron en casa. Aquí mamaron con sus madres, así que saben el camino de sobra y no se pierden», explicaba Manuel Ángel Alonso, quien el primer día subió a una veintena de ejemplares junto a su hijo Abel Alonso, de quince años, desde Gamonéu de Onís hasta la vega de Comeya. Su principal temor, reconocía este último, es un año más el lobo. «Estás todo el año trabajando para que te mate unas cuantas y a lo mejor ni las encuentras. Es un dolor ver que lo quieran proteger a él aunque suponga acabar con nosotros», lamentó.
Unos metros por detrás llegaban Cruz Allende, Celedonio González y Alejandro Allende, del pueblo cangués de Santianes de Ola. En su caso, tras un primer viaje al puerto de Cuana que les obligó a salir de casa a las seis de la mañana, conducían a más de una treintena de novillas a la vega de Ceñal. «Antes esto era una auténtica romería, subíamos contentos después de un año de mucho trabajo, pero ahora vamos con pena, pensando en los animales que ya no bajarán», lamentaba Cruz. Y apuntaba que «lo peor ya no son los que matan, sino los que dejan heridos, agonizando». El último año, señaló, perdieron más de diez animales solo en Covadonga.
Y es que, reconocían los hermanos Francisco y Laura Alonso Rojo, «cada vez hay más lobos y más ataques, no entendemos que encima lo quieran proteger». Del caserío La Güera, en Villaverde, subieron a las primeras veinte vacas de las ochenta que en total pastarán en la vega de Enol. «Bueno, en realidad subieron solas, porque las dejamos ayer en La Huesera y esta mañana ya estaban arriba, tenían muchas ganas».
En total serán 6.429 animales los que pastarán en la vertiente canguesa de los Picos de Europa, en su mayoría vacas, mientras que a los puertos onienses subirán otros 4.244 ejemplares. Al ganado mayor le seguirá, a partir del próximo 1 de junio, la reciella, el rebaño de ganado lanar y cabrío.
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