GUILLERMO F. BUERGO
LLANES.
Miércoles, 17 de agosto 2022, 01:43
Pese a que lucía el sol, los sanrocudos llaniscos pasaron ayer buena parte de la mañana lanzando sigilosas miradas a la bóveda celeste. Los expertos habían anunciado la presencia de lluvia, pero al confirmarse los pronósticos y abrirse con violencia las torrenteras del cielo, ya ... se había cumplido casi por completo el programa matinal y solo quedaba por ponerse en escena la Muestra Folclórica. Hasta ese momento, miles de personas habían disfrutado del pasacalles, la jarana con gaita en las sidrerías y la procesión posterior a la misa. Durante el desfile las aceras permanecieron colapsadas.
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Antes de mediodía, la banda de música de San Martín del Rey Aurelio, bajo la batuta del maestro José Félix Ordiz Montañés, encabezó un concurrido pasacalles al ritmo del pasodoble 'España cañí'. Media hora más tarde comenzaba la misa en la basílica, oficiada por Florentino Hoyos, párroco de Llanes; Emilio Maza Trueba, párroco de la localidad cántabra de Valdeolea; y Javier Moreno, diácono agustino en El Escorial. Las tres naves del templo permanecieron abarrotas durante la función religiosa.
Sin un momento para el respiro se puso en marcha la procesión que transitó por las avenidas de México y San Pedro y las calles de Nemesio Sobrino, Castillo y Mercaderes. Abrían la comitiva el gaitero Santi Galguera, llegado desde Naves, y el tamboritero Paco Cue, procedente de Balmori. Seguían cuatro ramos de rosquillas dulces y pan artesanal. El de los alevines salió a hombros, por turnos, de Quique Segovia, los hermanos Jorge y Julián Núñez, y los también hermanos Hugo, Pedro y Mario López. El ramo de Pancar, que llevaba el cerquillo rematado con siemprevivas, lo trasladaron Alessandro Cueto y una triada de hermanos formada por Luis María, Rodrigo y Carlos Martínez.
Tras las pirámides de pan llegaba el delirio, la fantasía: Más de un millar de niñas y mozas vestidas de aldeana llanisca. Y por detrás, varios centenares de hombres enfundados en el atuendo de porruano. En el medio de ambos contingentes, los cabraliegos de Arenas bailaban el Corri Corri en diferentes lugares de la vía pública. Deleitaron y recibieron grandes ovaciones los tres bailines: Pedro Tamargo, Borja Martín y Miguel de la Llana, acompañados por las mozas Clara, Candela, Carmen, Maribal y Carlota. De tocar los cuatro pandorios se ocuparon Carolina, Almudena, Soraya y Ofelia, mientras que Nerea tañía el tambor y Lara Mansilla enarbolaba el Pendón.
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Se iniciaba la comitiva sacra con una cruz en manos del entusiasta Francisco Javier Remis y por detrás aparecía el estandarte de San Roque, trasladado por Miguel Ángel Marcos. Tras la rica tela, que costó mil pesetas en el año 1892, se dejaban ver las parejas de los dieciséis niños de la Danza Peregrina, una pieza que se bailó por vez primera en 1862. En puestos cabeceros se situaban las directoras de los ensayos: Ana Concha y Blanca Balmori. Los peregrinos abrían camino a las robustas andas con la imagen de San Roque, una querida talla para los llaniscos, llegada de Italia en 1886 y que presenta al santo con atuendo de peregrino, con morral, bastón, esclavina adornada con una vieira, mostrando la llaga y acompañado por un perro que le ofrece un trozo de pan.
Del traslado de las andas se encargaron 24 voluntarios costaleros del bando, un gremio del que forman parte más de medio centenar de devotos. Escoltando a la imagen de San Roque se hacían visibles los tres sacerdotes, el presidente del bando, Javier Abello, y varios expresidentes. Los llaniscos que confían ciegamente en el santo de sus desvelos, no se separaron ni un centímetro de las andas durante el lento recorrido. Cerraban el cortejo la banda de música y un elevado número de simpatizantes, vecinos, turistas y simples curiosos.
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Se echó en falta al empresario asturiano Pedro Mier Allende, peñamellerano de nacimiento, llanisco por cariño, vía materna y segunda residencia, y catalán por efecto de la ola migratoria de los años cuarenta. Pedro Mier, que falleció centenario el 15 de diciembre de 2020, esperaba cada año el paso de San Roque en la calle de Nemesio Sobrino.
La llegada de San Roque a la plaza de Parres Sobrino, el pulmón de los sanrocudos, fue saludada por las aldeanas con las panderetas en alto, quienes trazaron un amplio círculo para tocar y cantar las tradicionales coplas del ofrecimiento del ramo.
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En ese momento, finas e intermitentes gotas de agua, anunciaron lo que se acercaba. Los peregrinos tuvieron tiempo para bailar su tradicional danza y la imagen de San Roque regresó a la capilla. En ese momento, desde el cielo, llamaron a parar. El agua de lluvia al entrar en contacto con las finas losas de la plaza, hacía peligroso mantener la programación de los bailes. Por megafonía se anunció el traslado para la tarde y la mañana sanrocuda concluía con la Danza Prima.
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