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La comarca de los Picos de Europa llora a una de sus mujeres más queridas y conocidas. La iglesia de Santolaya de Benia de Onís se ha quedado pequeña este sábado para acoger a todas las personas que quisieron acercarse a dar el último adiós a Rosita Morán Barro, el alma del famoso restaurante y hotel Casa Morán. La hostelera fallecía en la mañana del viernes en el hospital de Arriondas, donde llevaba varios días ingresada. Tenía 87 años y hacía apenas dos semanas acababa de ser nombrada Hija Predilecta de Onís en un acto al que acudieron muchos de los numerosos amigos que cosechó durante sus más de siete décadas tras los fogones y atendiendo los comedores de su negocio.
Ha sido, aseveró el sacerdote Pablo Gato, encargado de oficiar el funeral, «una mujer de trato humano, cordial y cercano, siempre entregada a los demás». Algo en lo que coinciden quienes la conocieron bien y tuvieron la buena fortuna de ser sus huéspedes o comensales. «Era una persona cariñosa, cercana y humilde que siempre trataba de que quienes la visitasen estuviesen cómodos», ha recordado el alcalde del vecino concejo de Cangas de Onís, el popular José Manuel González Castro. Al igual que su homólogo en Onís, el socialista José Manuel Abeledo, ha destacado cómo «Rosita fue toda una institución en la comarca de Picos durante muchísimos años» y ha lamentado «la pérdida de un referente y una persona muy querida».
Buena muestra de esto último han sido las interminables muestras de cariño que los familiares de la hostelera recibieron desde que se conoció la fatal noticia, bien de forma presencial en el velatorio y el funeral, bien mediante llamadas de teléfono y mensajes. Algo que sus sobrinos quisieron agradecer. «Ella fue una de las razones de que me viniese a Asturias» reconocía el madrileño Guillermo Armisén, sobrino político de Rosita. «Mi padre nos trajo a comer a toda la familia y nos encantó, luego yo estuve de huésped y terminé conociendo a mi mujer, Anita, una de sus sobrinas», ha explicado. Y ha recordado con cariño cómo la hostelera le vio crecer. «Era una bellísima persona, las palabras se quedan cortas para expresar lo buena que era», ha aseverado, reconociendo que aunque Casa Morán seguirá funcionando igual de bien que hasta ahora, pues queda en buenas manos, «ya no será lo mismo sin Rosita en los fogones o atendiendo a la gente».
Durante la ceremonia también ha querido recordar a quien fue su amiga el sacerdote retirado Alberto Torga. Ha rememorado cómo conoció a Rosita «el 2 de octubre de 1963», cuando llegó a Benia para hacerse cargo de las tres parroquias del concejo. «Tanto ella como su madre, María, y sus hermanos Víctor y Ramón me acogieron como si fuera uno más de la familia», ha manifestado. Desde entonces se estableció una buena relación entre ellos y el siguió visitando Casa Morán siempre que podía pese a cambiar de destinos y estar incluso en el extranjero. La maravillosa cocina de Rosita y, sobre todo, su cariño, bien lo merecían.
Ese cariño, recalcó Julita Blanco, amiga personal de la fallecida, lo transmitía a sus platos, pues pocas cosas le gustaban más que cocinar. «Era su vida», ha apuntado, destacando «lo atenta que era siempre con todo el mundo». Algo en lo que coincidía la elaboradora de Gamonéu del Valle y vecina de Benia Rosa Isabel Suárez. «Siempre fue muy buena para todos y miró muchísimo para quienes elaboramos productos de la zona, ofreciéndolos y ayudando a darlos a conocer», ha valorado.
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