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Jesús F. Malvárez, Adolfo Inda, Eloísa F. Bustillo, Amparo Izquierdo y Ruperto Álvarez, en el interior de la cueva junto a los componentes del Grupo Torreblanca y su presidenta, Orfelia Rodríguez. JUAN LLACA

A la reconquista de Tito Bustillo

Dos de los protagonistas del hallazgo de las pinturas recrearon el momento | Ruperto Álvarez y Amparo Izquierdo descendieron por la cueva La Cerezal hasta la caverna riosellana junto al Grupo Torreblanca

JUAN GARCÍA

RIBADESELLA.

Domingo, 15 de abril 2018, 00:33

El día no pudo salir mejor. Ribadesella se despertó blanca y radiante en la jornada elegida para conmemorar el 50 Aniversario de Tito Bustillo. El Grupo de Montaña Torreblanca de Oviedo escogió este sábado 14 de abril de 2018 para presentar a su nueva presidenta, ... Orfelia Rodríguez y rememorar el descubrimiento de las pinturas rupestres riosellanas. El desafío fue todo un éxito. Buena temperatura y mucho sol para reconstruir la hazaña lograda en abril de 1968 por ocho jóvenes del grupo (Ruperto Alvarez Romero, Eloísa Fernández Bustillo, Celestino Fernández Bustillo, Pilar González Salas, Amparo Izquierdo Vallina, Fernando López Marcos, María Pía Posada Miranda y Elías Pedro Ramos Cabrero) y dos riosellanos (Jesús Manuel Fernández Malvárez y Adolfo Inda San Juan).

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De los diez, dos han fallecido y cuatro se allegaron al macizo de Ardines para rememorar tan histórico acontecimiento. Entre ellos, los dos riosellanos, Inda y Malvárez, quienes decidieron ver los toros desde la barrera, desde la verja que impide el paso a la cueva de La Cerezal. Los otros dos, Amparo y Ruperto, se enfundaron el buzo, se colocaron el casco y los arneses y se adentraron sima abajo, hasta la misma base de Tito Bustillo, donde les esperaba el guarda y responsable de la cueva, Alfonso Millara.

Junto a ellos, nueve componentes del Torreblanca: Miguel Suárez, Alberto Fernández, Miguel Brea, Cucal Cuesta, Violeta Menéndez, Santiago Vázquez, Luis Romero, Valentín Fernández y Orfelia Rodríguez, la presidenta. El equipo de apoyo lo completaban Alberto Martínez Villa, Marelia Gil y Juanjo Arrojo. Este último, como fotógrafo oficial de la expedición, dada su especialidad en cuevas con arte parietal y naturaleza.

El descenso no era fácil. Requería de un rápel de algo más de cien metros. Para empezar, veinte con un ligero desnivel que desembocaba en una terraza. Desde este corredor, otros setenta metros de descenso que dejó a los expedicionarios frente a una gatera de algo más de un metro de largo y unos ochenta centímetros de alto. Para superar esta abertura tocaba agacharse. Y por último, otros treinta metros de desnivel mucho más suave. Y para alcanzar el nivel actual de Tito Bustillo, unos últimos peldaños. La aventura resultó un éxito.

Amparo y Ruperto, los dos únicos descubridores de las pinturas rupestres riosellanas que participaron de la recreación, se mostraron nerviosos y emocionados. «Es un honor volver a repetir lo que hicimos hace cincuenta años. He disfrutado mucho con ello», dijo Ruperto. A sus 72 años le pareció «impensable» poder reconstruir aquella efeméride y más aún junto al grupo de montaña del que formaba parte en aquellos tiempos. Antes de descolgarse cueva abajo, también tuvo palabras de recuerdo para los dos únicos descubridores fallecidos, Celestino Fernández Bustillo (Tito Bustillo) y Fernando López Marcos, «por no poder participar de este momento y de esta celebración».

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Por su parte, Jesús Manuel Fernández Malvárez, el primero en llegar este sábado a la cueva La Cerezal, situada justo en frente del Pozu'l Ramu, lamentaba no poder acompañarles en el descenso. Su estado físico no se lo permite, «porque tengo una prótesis en cada cadera y dos operaciones de columna. Podría intentarlo y me gustaría, pero un resbalón en mi caso puede suponerme como mínimo un mes de hospital. Me gusta, pero se terminó. Ahora bien, lo que hago es visitar todos los años la cueva, pero en horizontal».

No obstante, Malvárez recordó con memoria telegráfica cómo y quién descubrió las primeras pinturas que se escondían bajo el macizo de Ardines. El protagonista fue el segundo riosellano de la expedición, Adolfo Inda: «Para hacer sus necesidades, se separó un poco del grupo, subió una pequeña rampa hasta una covachina, vio unas manchas rojas y empezó a gritar, ¡que hay pinturas, que hay pinturas!», relató Malvárez. Adolfo Inda se había encontrado con lo que hoy conocemos como el Camarín de las Vulvas. Hoy en día vive en Bilbao, pero suele visitar su tierra natal «aunque solo sea una vez al año». En este 2018 serán dos, porque tampoco se quiso perder la recreación del descubrimiento.

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Esta jornada conmemorativa también sirvió para concretar términos y aclarar situaciones. Una cosa es el Pozu'l Ramu y otra la cueva de La Cerezal. El Pozu'l Ramu es una cavidad vertical, que por motivos de seguridad se encuentra vallada en su entorno, al margen de estar rodeada por eucaliptos. La cueva La Cerezal, situada a escasos cincuenta metros del Pozu'l Ramu, es la que se utilizó para el descubrimiento. Hoy en día está flanqueada por un roble joven y una encina centenaria y tiene protegida su entrada con una enorme verja.

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