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GUILLERMO F. BUERGO
COLOMBRES.
Domingo, 9 de julio 2023, 01:13
Más de un millar de personas llegaron ayer a Colombres para participar en la decimoquinta edición de la Feria de Indianos, un evento que tenía como país invitado a Estados Unidos. Superado el mediodía se puso en marcha un desfile folclórico por las calles de ... la villa hasta la plaza de Manuel Ibáñez, donde se celebraron casi todos los actos del día. La marcha salió encabezada por la bandera de barras y estrellas, enarbolada por Eva Sánchez, y una variopinta agrupación musical de dos bandas fusionadas: Teatro Despierto y Lavanda Jazz Band. En el ágora se habían ubicado una docena de tenderetes de diferentes asociaciones de Ribadedeva que ofertaban todo tipo de comida, así como veinte puestos de comerciantes de muy variados segmentos. No hubo representación institucional de Estados Unidos, pero sí acudió la catalana María Luque, afincada en Madrid, responsable cultural de la fundación Consejo España-Estados Unidos, y directora de la exposición 'Emigrantes invisibles off', que se pudo visitar a lo largo del fin de semana. En el desfile y en el resto de los actos estaban presentes los alcaldes de Ribadedeva, Cabrales y las dos Peñamelleras, así como Esther Llamazares, cabeza de lista del PP a las elecciones del 23 de julio.
El discurso de bienvenida corrió a cargo de Manuel Roiz Junco, presidente de la Asociación Ecuestre de Ribadedeva, quien matizó que la feria no era «una fiesta al uso, sino una celebración de amigos y vecinos». Calificó de «muy importante» la relación entre España y Estados Unidos, «porque fuimos fundadores de importantes ciudades en las que dejamos hombres y cultura». Recurrió, finalmente Roiz, a un texto de 1917 para valorar las penalidades de la emigración de un español a norteamérica: «Emigrar a un país de lengua española significa expatriarse y sentir dolor, pero emigrar a un país de lengua extranjera y desconocida, es terrible». El alcalde de Ribadedeva, Jorge Martínez, declaró abierta la feria y en su parlamento utilizó como hilo conductor a Manuel Ibáñez, un ribadedense que emigró en el siglo XIX, «triunfó y regresó al concejo para favorecer a sus vecinos». A modo de conclusión, el regidor situó «la esencia de la feria en la unión entre colectivos muy diversos, piezas de un mismo engranaje que nos llevan a vivir nuestro pasado de ultramar».
A primeras horas de la tarde, los presentes tenían ganas de comer, beber algo y divertirse frente a variadas especialidades culinarias. Para entonces, la plaza de Manuel Ibáñez se había transformado en un pintoresco restaurante al aire libre. Las viandas surgían de los diferentes puestos. Turno García y una decena de colaboradores de Pimiango prepararon 200 raciones de paella mixta, a siete euros, y centenares de rosquillas de anís.
El grupo de Teatro y Cine de Ribadedeva ofertó tres tipos de empanada: neoyorkina, mexicana e indiana. La neoyorkina, deliciosa a decir de los comensales, era de hojaldre y rellena de carne de ternera, queso y salsa americana.
La Asociación de Mujeres de Noriega proponía el americano Pulled Pork, «carne de cerdo marinada, desmenuzada y acompañada con cebolla, pimiento y salsa barbacoa». Ellas, las mujeres de Noriega, le llamaban «la pringá de Ohio». La Asociación Aires del Cuera, los chicos del Coro Ribadedeva que dirige Asun Gutiérrez Gamo, sin un minuto para el descanso, despacharon tortos de maíz con huevos y picadillo, tortilla de patata y arroz con leche. Los de la fiesta de San Juanucu de Boquerizo vendían pequeñas pizzas, boroña preñada y patatas en tres salsas. Una cola exagerada se formó en torno a las parrillas y planchas del puesto de la Asociación Ecuestre, donde siete personas preparaban 500 kilos de costilla, 50 de lomo, 50 de panceta, 1.500 criollos y 100 kilos de falda de ternera a la estaca. Isabel y Carmen Soberado, hermanas chilenas nacidas en Viña del Mar y residentes en Panes, presentaron la famosa «empanada de pino», que lleva «relleno de carne, aceitunas negras, pasas, pimentón y comino». De Llanes acudieron las chicas de la confitería Ortegal, que proponían carbayones, casadielles y las novísimas aldeanas, «elaboración de chocolate con un crujiente de almendra caramelizada». No faltó el pulpo a feira ni las sugerentes roscas de churros elaboradas por el dinámico Valentín González. La llanisca Silvia Ruenes acudió con «queso de Gamoneu, de La Prunal», y Bedón de vaca, cabra y mezcla, así como una propuesta salmantina de oveja, elaborada por la Fundación Milcaminos.
Entre los puestos de comerciantes habituales el abanico de posibilidades era múltiple: bisutería, complementos, ropa, bolsos, piel, cuero, joyería, artesanía en barro y madera, ceras, jabones, sombreros, juguetes, pimentón de la Vera, pinturas, libros, postales y cartelería. Llamó la atención la exposición de bolsos, carteras y artículos infantiles presentada por la factoría 'Con Alma', de la que son titulares Almudena Lobeto y Marta Gutiérrez. Y no dejó indiferente a nadie un tenderete que ofertaba «minerales para colección», formado por más de un centenar de pequeñas piezas. La colección está orientada a «niños que quieran comenzar esta actividad o a adultos curiosos», matizó la cántabra Fe Vega, llegada desde Herrerías y responsable de la exposición. También se acompañaba por pirograbados en «maderas de roble, castaño y tilo». Muy curiosa era la oferta que desde la localidad burgalesa de Pradoluengo traía Alfonso de Benito: las famosas boinas Elósegui, con fábrica en Tolosa desde 1858. Esas gorras «eran las que los emigrantes llevaban puestas en sus cabezas al llegar a cualquier país de América».
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