«Hagamos siempre memoria de Erika, muy buena alumna y querida compañera»

Mes y medio después de su asesinato, en el instituto La Ería de Oviedo el desgarro por la ausencia de Erika Yunga sigue abierto, como continúa también muy presente entre profesores y compañeros el recuerdo de la joven de 14 años. De honrar su ... memoria se encargaron ayer una representación de 85 estudiantes y tres profesores del centro ovetense en el santuario de Covadonga, lugar habitual de excursiones dotado en esta ocasión de un significado especial. «Es una visita dedicada a ella. Aunque se hizo funeral, también necesitábamos hacer un gesto religioso en su memoria», explicó Arsenio Alonso, profesor de Religión. El propio Alonso, junto a los alumnos Diego Suárez, Lucía Duruelo y Ariadna Fernández, se encargó de depositar a los pies de la Santina un ramo de flores que costearon entre todos los jóvenes. «Cada flor depositada a los pies de la Santina representa una virtud de Erika», señaló Sebastián Castelli, sacerdote que ofició la misa en su recuerdo. Durante la homilía destacó que fue una «querida compañera», la «hija que toda madre desearía tener» y la «alumna que todo profesor querría tener en clase». «Tenemos un ángel en el cielo», recordó a los alumnos, a quienes instó además a «repetir en su corazón el nombre de Erika». «Hagamos siempre memoria de ella», pidió.

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«La echamos mucho de menos», compartieron sus amigas Lucía Duruelo, Inés Vigil y Ariadna Fernández. También sus profesores explicaron cómo tras el «estado de shock» inicial y el «silencio» que se apoderó del centro en los días sucesivos a la tragedia, el dolor sigue presente. «Estamos todos muy afectados», indicó Alonso, quien destacó que Erika era «una alumna muy buena y trabajadora».

Ensalzó también que la niña «era muy religiosa y creyente, iba a misa y rezaba». Más allá del homenaje rendido ayer en el Real Sitio, en el IES La Ería está previsto que en junio un jardín del centro pase a llevar su nombre.

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Atacada en su edificio

La pequeña Erika Yunga fue asesinada el pasado 5 de abril en el número 69 de la calle Vázquez de Mella, en Vallobín, donde residía junto a su familia. Regresaba de clase cuando Igor Postolache, un vecino moldavo de 32 años recién llegado al edificio, la atacó en el rellano clavándole varias puñaladas que le provocaron la muerte.