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MARÍA AGRA
BENIA.
Lunes, 18 de septiembre 2023, 03:11
El fallecimiento de Sandra Ramos y los jóvenes Pablo Torroba y Yeray Marqués en un accidente de tráfico de Llanes el pasado miércoles ha sido un duro golpe para la comarca oriental. Aunque la muerte forma parte de la vida y es un fenómeno ... natural, puesto que natural es también lo imprevisto e impredecible, lo accidental, cuando sucede de manera repentina y en personas tan jóvenes, como es el caso de Pablo y Yeray, de 14 y 15 años respectivamente, «roza con seguridad el límite de lo anímicamente soportable». Lo explica el psicólogo gijonés Manuel Moreno, que trata de arrojar algunas recomendaciones para afrontar y asumir el duelo tras el fallecimiento de un ser querido.
En lo que respecta al entorno familiar y social más próximo, «lo primero a tener en cuenta es el refuerzo y acompañamiento de las personas cercanas, que nadie quede aislado o fuera del círculo, especialmente aquellos a quienes apreciamos más afectados o emocionalmente vulnerables», indica. Pero también es importantísimo «no escapar del dolor ni recrearse en el mismo».
Y es que la psique es un 'órgano' dotado evolutivamente para afrontar este tipo de vivencias, pero para que el sistema psíquico se haga cargo efizcamente de una situación trágica, «debe exponerse a la misma, ya que es un paso indispensable para lograr normalizarla», aduce Moreno.
Según la teoría de la psiquiatra suizo-estadounidense Elizabet Kübler-Ross, el duelo se compone de cinco fases que forman parte del proceso de aprender a afrontar la pérdida de una persona: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. «Un duelo sano implica pasar por todas las fases y que no se prolongue indefinidamente», apunta José Carlos Loredo, profesor de Psicología en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), quien remarca que lo fundamental es «no rechazar los sentimientos que tengas».
Esto quiere decir que no hay que cortarse a la hora de llorar, hablar de ello o comunicar las imágenes y sentimientos más íntimos que vayan apareciendo en el transcurso de los días, como pueden ser los sueños, las pesadillas, los recuerdos, los sentimientos de culpa o responsabilidad (lo que hice o dije que no debía haber hecho, o dicho; lo que no hice, o no dije, y que debía haber hecho o dicho...).
O lo que es lo mismo: apoyarse mucho en los demás. Como afirma Loredo, «cuando se trata de la muerte de un amigo es muy importante darse cuenta de que todos están sintiendo algo parecido». Es lo que en el duelo se conoce como un ritual comunitario. Fomentar el reconocimiento público de la realidad de la pérdida para poder manifestar el dolor.
Esto se extiende también a otros ámbitos comunitarios, como el de sus compañeros del Urraca, equipo de fútbol en el que jugaban los dos menores, el propio club o los vecinos de las localidades en las que residían. Además, se da la circunstancia de que el padre de Yeray Marqués es jugador del mismo equipo en Tercera Federación. «Seguramente, ese padre necesitará de alguna ayuda adicional y personalizada, salvo que su constitución psicofísica y su nivel de desarrollo le permita sobrellevar por su cuenta lo ocurrido», señala Moreno.
Los niños más pequeños, por su parte, «suelen encajar y manejar mejor estas situaciones, seguramente protegidos por la inconsciencia de lo que implica lo sucedido», anota, aunque «se debe estar atento a que no encapsulen un sufrimiento larvado que lastre su desarrollo, consecuencia del vínculo con la persona fallecida».
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