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G. POMARADA
ARRIONDAS.
Viernes, 29 de octubre 2021, 03:02
El de la regulación de las canoas del Sella es un debate tan recurrente como falto de resultados hasta la fecha. Sin embargo, esta semana era la Confederación Hidrográfica del Cantábrico (CHC) la que volvía a poner sobre la mesa la necesidad de «racionalizar ... los muchos usos que confluyen en el Sella» dada la «gran presión» que soporta el emblemático cauce. Sin propuestas concretas por el momento, la postura expresada por el presidente de la CHC, Manuel Gutiérrez, fue la de «adecuar» los usos y hacerlos «más sostenibles», lo que «no significa eliminar las canoas». En el río, son muchos los agentes implicados, desde las administraciones a los empresarios, pasando por los pescadores, y cada uno de ellos defiende sus propias tesis. La aproximación común es, no obstante, la necesidad de preservar el recurso y ofrecer un turismo de calidad.
La llamada a abrir el diálogo sobre el futuro de la actividad la lanzaron ya este verano los tres ayuntamientos implicados -Parres, Ribadesella y Cangas de Onís-, que reiteran su disposición a abordar la cuestión antes de la próxima temporada alta. «Siempre dije que después de la etapa de mayor afluencia, de forma sosegada, teníamos que hacer ese debate de cara al próximo verano», explica el alcalde parragués, Emilio García Longo. Recuerda, no obstante, que «los ayuntamientos somos los que menos competencias tenemos» en materia fluvial, si bien admite que es «interés de todos equilibrar la conservación del medio natural con la actividad recreativa». «Es un buen momento para sentarse a hablar. El tema es complejo y primero hay que hacer un diagnóstico», sostiene García Longo, quien insta a evitar «genialidades que podamos tener cada uno». Su postura va así encaminada a «regular de alguna manera para que un recurso tan vital no termine frustrándose».
Ramón Canal, alcalde de Ribadesella, recuerda que «propuestas encima de la mesa hay doscientas, desde las más extremas a las más blandas». Por su parte, respalda también el abrir la discusión para dar con una solución conjunta, pues entiende que «tenemos un problema y los problemas se solucionan hablando». «Hay que intentar proteger a las empresas, pero también conservar el río y mantener la naturaleza», recuerda.
Desde Cangas de Onís, el alcalde, José Manuel González Castro, se muestra asimismo favorable a «trabajar de forma conjunta con otras administraciones» y a «ayudar dentro de nuestras competencias». El regidor recuerda que el de las canoas es «un turismo que va a más» y considera que es necesario ofrecer un «servicio y un destino de calidad».
Entre las empresas existen sin embargo dos lecturas opuestas de la situación. Desde la Asociación de Turismo Activo y Albergues (Ataya), su presidente, Julio Bobes, sostiene que «es necesaria una regulación del número de embarcaciones», pues considera que contribuiría tanto a «estirar la temporada» como a «mejorar la calidad y la experiencia». Bobes apunta asimismo que ya desde antes de la pandemia vienen realizando reuniones entre empresarios y en los últimos meses entablaron conversaciones con administraciones implicadas. «Buscamos un turismo de calidad, más que de cantidad. No es prohibir, es regular el uso», explica.
Para otros empresarios, como Alberto García, de Jaire Aventura, «lo que tienen que hacer es abrir una hora primero, a las diez de la mañana», pues a su entender las grandes acumulaciones de canoas en el río solo se producen en meses como agosto, cuando según cifras de las propias empresas en jornadas de máxima afluencia rondan las 5.000 personas. García indica que en estos últimos días de octubre, se registraron jornadas de «bajar ocho o catorce canoas» en total. «¿Qué problema hay en que en verano haya gente en la comarca y los negocios funcionen?», sostiene. Recuerda en ese sentido que la actividad «mueve dinero para la zona» y «da trabajo».
Otro de los colectivos con peso en el río es el de los pescadores, que desde tiempo atrás vienen alertando del impacto de las canoas en el cauce. «Está más que clara la masificación y que no hay control», señala el presidente de El Esmerillón, Antón Caldevilla. Ello, explica, afecta tanto a su actividad como a la fauna, pues en las horas de máxima afluencia «está el río lleno de canoas y los peces escondidos, es un atropello», afirma. Pide además que «se respete el horario y que se sancione» en caso de incumplimiento.
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