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LUCÍA RAMOS
LLANES.
Martes, 14 de mayo 2019, 00:42
Si la riqueza se midiera en amigos, Guillermo Sordo Fernández podría haber presumido de estar en lo más alto. Y es que con este sanrocudo de pro, alma mater del bando que presidió durante tres décadas y de la histórica zapatería La Sirena, todo el ... mundo se sentía a gusto y apreciado. Prueba de ello fueron las decenas de personas, algunas llegadas desde lejos, que ayer por la tarde se dieron cita en la basílica de Santa María de Llanes para dar el último adiós a este ilustre personaje que el pasado domingo dejaba mudo a todo el concejo con su muerte, a los 73 años.
Cuando faltaba más de media hora para que diese comienzo la ceremonia, los alrededores de la iglesia parroquial empezaban a llenarse de personas que, en pequeños grupos, comentaban la triste pérdida de alguien «muy conocido y querido, el padre de San Roque». Y es que su devoción por el peregrino de Montpellier y su dedicación al bando eran «increíbles», tal y como atestiguaba uno de sus amigos más cercanos, Manuel García Toribio. «Su amor por San Roque no tenía límites», aseveró, y agregó que solo había otra pasión comparable en la vida de Guillermo Sordo: su gente. «Vivía por y para los amigos, éramos lo más importante para él», explicó, con la autoridad que da haber acompañado al finado desde la más tierna infancia.
Era Guillermo «muy buena gente, un hombre peculiar y amable que trataba a todo el mundo por igual, no hacía distinciones», rememoró García Toribio. Y para muestra, un botón. «Yo siempre fui de La Guía y congeniábamos genial, me invitaba todos los años a su casa a comer por San Roque y luego yo hacía lo propio», agregó.
También quiso destacar la bonhomía de Sordo Joaquín Fueyo, quien recordó con una sonrisa lo «jovial, campechano y abierto» que era este llanisco que estuvo al frente de La Sirena durante 45 años, hasta su jubilación en 2010. «Era muy alegre, de esas personas que te hacen sentir bien», apuntó. Tal vez por eso quienes tuvieron la oportunidad de pisar la emblemática zapatería la recuerdan más que como una simple tienda, como un auténtico lugar de encuentro. Un sitio al que acudir cuando tenían alguna duda o necesitaban consejo. «Guillermo era una enciclopedia», aseveró Fueyo, recalcando cómo fue también una persona sumamente activa en el concejo. «Era toda una institución, pues puso en marcha muchísimas cosas. Hoy -por ayer- es un día de luto en Llanes», apostilló.
Precisamente a esa proactividad que caracterizaba a Sordo se refirió también el presidente del bando de La Guía, David Prada. «Siempre dije que todos los bandos tendríamos que tener un Guillermo. Era una persona válida que hacía que las fiestas y los proyectos salieran adelante», manifestó. Por ello, agregó, «su muerte es una inmensa pérdida especialmente para el bando de San Roque, pero también para todos».
La de Guillermo Sordo por San Roque fue una devoción que llevó con orgullo y pasión hasta el final, por eso sus seres queridos quisieron ayer darle la oportunidad de visitar por última vez su adorada capilla, trasladando el féretro con sus restos hasta la Puerta de la Villa, donde permaneció parado durante un minuto en el que el cual las campanas del templo que él mismo guardó durante años repicaron en su honor.
Minutos después el cortejo fúnebre llegaba hasta la basílica, siendo seis porteadores del bando de San Roque los encargados de introducir el féretro en el interior de un abarrotado templo. El párroco de Arriondas, Amaro Balbín, primo de la viuda, fue el encargado de oficiar la misa, concelebrada por Florentino Hoyos, párroco de Llanes; Domingo González, de Nueva, y Rodobaldo Ruisánchez, ya retirado y muy amigo del finado. Durante la homilía, Balbín destacó cómo Guillermo Sordo, un acérrimo defensor del Camino de Santiago, «cuidó de muchos hombres y mujeres que peregrinaban para conocer la tumba del apóstol» y Hoyos recordó su «buena disposición para colaborar con todo». Durante la ceremonia el coro parroquial entonó la 'Novena de San Roque', antes de que el ya histórico sanrocudo recibiese sepultura en el Camplengu.
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