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ANDRÉS PRESEDO
Sábado, 22 de abril 2017, 00:23
Hace casi doscientos años, allá por 1820, la Fortuna Balnearia era localizada en el gijonés barrio de Tremañes, muy cerca del actual poblado de Santa Bárbara. El altar romano formaba parte de unas termas construidas en el siglo I después de Cristo. La pieza, de piedra arenisca, de 96 centímetros de alto por 37 de ancho, permaneció durante siglos bajo tierra, y la salvó de su destrucción el, por entonces, vicecónsul inglés José Jove Huergo.
El altar pasó con posterioridad por sucesivos propietarios privados y en la actualidad continúa en la misma situación, para disgusto de los expertos arqueólogos que tratan de recuperar el pasado romano de la villa de Jovellanos. No se puede acceder al original, pero, a partir de ahora, sí se puede ver, e incluso tocar, una reproducción de la codiciada pieza arqueológica, elaborada por el escultor de Buelles (Peñamellera Baja) Ramón Alzola por el encargo del Club Rotario y colocada junto a la fuente de La Mortera, recién restaurada.
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