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Guillermo Fernández Buergo
Sábado, 5 de diciembre 2015, 00:52
En medio de una fina lluvia y con escasa presencia vecinal, la Consejería de Infraestructuras, Ordenación del Territorio y Medio Ambiente recibía en la mañana de ayer de la empresa Tragsa la obra de la pasarela del puerto de Llanes, que quedaba abierta al paso de peatones a las 13.22 horas. No hubo acto oficial ni el tradicional corte de cinta porque la ley electoral lo prohibe expresamente dada la proximidad de las elecciones generales. Para los vecinos allí congregados, poco más de dos decenas de personas, todo resultó una «gran decepción». El lugareño José Alberto Santiago 'Canene' comentaba que «los puentes unen, juntan y éste parece que dividió al pueblo». «El acto lo veo muy frío, con presencia de cuatro jubilados, y la verdad es que esperaba algo más oficial al haberse anunciado a bombo y platillo», concluía.
La obra de la pasarela peatonal había traído en jaque desde el pasado verano a los llaniscos, divididos entre críticos y partidarios de la nueva infraestructura. Todos los vecinos estaban de acuerdo en la necesidad de una pasarela que uniera las dos márgenes del puerto, aunque a un elevado número de lugareños y visitantes no les parecía correcta la ubicación, a cerca de cien metros del principal puente de la villa. La mayoría apostaba por su colocación a la altura de donde estuvo situada la vieja compuerta o incluso en la zona más cercana a la entrada del nuevo puerto deportivo. Eso sí, ayer todos aceptaban la obra, aunque algunos con resignación.
Juan José Gutiérrez veía «bien» el nuevo paso, aunque «más me hubiera gustado a la altura del Campu del Gatu». Y valoraba que «es una alternativa al puente y tendrá muchísimo uso a pesar de las criticas». «De eso estoy completamente seguro», matizaba. Un poco más critica era la vecina Bárbara Alonso para quien «la estructura de esta pasarela no pega mucho con el entorno y rompe la imagen del puerto de toda la vida». Le gustaba «más donde estaba antes» y pese a ello no descartaba que «la voy a utilizar».
Otro lugar de tránsito
Jesús Batalla también opinaba que la pasarela «hubiera estado mejor en la zona del Campu del Gatu, aunque ese lugar quedó ahora más ancho y la obra iba a resultar muy complicada». Eso sí, no tuvo inconveniente Batalla en pronosticar que en poco tiempo el nuevo puente «va a sufrir actos vandálicos, sobre todo en los lugares acristalados».
Totalmente a favor de la nueva pasarela se manifestaba Guillermo Sordo, quien en un largo parlamento expresó que sentía «gran satisfacción ante el hecho de que la villa de Llanes disponga de otro lugar de tránsito entre las dos zonas del puerto». Recordó Sordo que el Llanes antiguo era una marisma «necesitada de estar comunicada por puentes» y sobre las opiniones divergentes matizó que «las discusiones debe guardarlas cada uno en su memoria y todas las opiniones son respetables, pero espero que el nuevo puente rinda servicios y solucione problemas».
La avanzadilla de los primeros vecinos en cruzar la nueva pasarela iba encabezada por Guillermo Sordo, José Alberto Santiago y la madrileña Blanca Valilla, acompañada por su marido Mariano Franco, que caminaba algo más rezagado. El matrimonio madrileño, con segunda residencia en Llanes, argumentaba que «no sabemos qué pensarán los vecinos de toda la vida pero para nosotros no está nada mal. El camino se hace más corto y estéticamente no tiene mucho impacto visual», aseguraban.
La pasarela tiene una longitud de 25 metros en su vano central y de 77 si se incluyen las dos rampas de acceso, una anchura útil de 1,80 metros y su colocación supuso un gasto para las arcas regionales de 390.000 euros.
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