ANDREA INGUANZO
Sábado, 12 de septiembre 2015, 00:41
La presencia real en la capital ribadedense es actualmente el máximo atractivo de las próximas semanas. La entrega del Premio al Pueblo Ejemplar 2015 contará con la asistencia de los Reyes de España, en una localidad que desde el pasado miércoles es todo felicidad. Pero don Felipe y doña Letizia no serán los primeros monarcas en visitar Colombres. Ellos lo harán el próximo día 24 de octubre para entregar este celebrado galardón, pero hace varios siglos ya lo hizo otro rey, concretamente camino de su toma de posesión. El actualmente televisivo Carlos V pernoctó en la villa mientras transitaba hacia San Vicente de la Barquera, tras haber desembarcado en Tazones, siempre según las crónicas de la época, y haber visitado Ribadesella y Llanes. De su visita a la capital ribadedense la principal reseña es la del cronista Laurent Vital, aunque no es la única. Mientras él señala que la escala de la noche del 28 de septiembre de 1517 fue en una «pequeña aldea o cabañal» e ironiza con la idea de que las danzas que se le ofrecieron al monarca, diciendo que causaron su «regocijo», ante lo que describe como «un pintoresco espectáculo», otras teorías apuntan a que Carlos V quiso honrar con su presencia al emperador 'Le petit bourgaige de Colombe', «que por aquel entonces ya contaba en su seno con algunos hijos ilustres que le honraban con sus hazañas en las Indias». Son palabras de Fray Manuel F. Miguélez en su 'Viaje del P. Miguélez por el Oriente de Asturias'.
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El también emperador llegó, disfrutó de los manjares de la tierra y el espectáculo y finalmente descansó. El lugar elegido para ello pudo ser una vivienda emplazada en pleno Camino Real que hoy es propiedad de Agustín Cuenca, empresario madrileño con grandes vínculos con Colombres, aunque aún lo está tratando de documentar oficialmente. Es él quien se muestra casi seguro de que «esta fue la casa donde descansó el rey en aquella visita», aunque no por ello tiene más amor o menos a la vivienda, «porque esta casa significa mucho, tanto para mí como para mi familia». Es el segundo titular varón desde su construcción y hoy en día disfrutan de ella, cada verano, «nuestros hijos y nietos, además de mi mujer y yo, claro está». «Tengo que agradecerle que siempre haya aceptado venir a veranear a esta villa».
Colombres cuenta con una descafeinada relevancia histórica o, al menos, eso reflejan las crónicas a lo largo de los siglos. Es la huella indiana, título de su candidatura al premio que acaba de recibir, la que marcó un antes y un después convirtiendo a un pequeño pueblo en una relevante villa con toda clase de servicios y una altamente destacada arquitectura. En su conjunto, como concejo de Ribadedeva, tuvo un papel reseñable en tiempos de la Guerra de Independencia, por su localización estratégica, reteniendo el paso de las tropas francesas gracias a un pelotón a cargo del general Ballesteros. Cuentan las memorias que a mediados del siglo XVIII Colombres contaba con 46 casas habitadas y 16 sin habitar, eran 50 vecinos y 11 viudas los residentes y la sociedad se reflejaba en 17 canteros, 3 empleados de tabacos, 2 sastres, 5 carpinteros, 7 zapateros, 2 herreros, 13 labradores, una maestra, un sacristán y un administrador.
Un antes y un después
Algo más de 100 años después la vida, fisionomía y costumbres se vieron modificadas por la irrupción del fenómeno indiano o, como se denominaba en la época, 'la obra de los americanos'. Quizá porque llegó en un momento en el que las zonas rurales se caracterizaban por la inexistencia de grandes infraestructuras, la inversión de los emigrantes modificó por completo Ribadedeva, en general, y Colombres en particular. Tal y cómo recoge la publicación 'El Eco de los Valles' el 20 de junio de 1904, «de un pueblo de aldea, sobre la roca levantado, de tránsito difícil, se ha hecho una villa con todos los perfeccionamientos de la vida moderna. Admiración de cuantos la visitan, orgullo legítimo de sus moradores». En 1900, gracias a la acción de los emigrantes, Colombres era una localidad moderna con buenas calles y plazas, caseríos, iglesia, cementerio, red de agua y alumbrado público. Hoy en día guarda como tesoros los frutos de las inversiones de los indianos en su tierra natal, que contribuyeron a la transformación de la localidad y a que, gracias a sus casonas y construcciones, haya conseguido ser declarada Bien de Interés Cultural y, ahora, sea agasajada por su ejemplaridad.
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