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Ángela Rodríguez
Domingo, 15 de octubre 2023, 18:19
Nudo a nudo, María Teresa Costales Obaya, más conocida como Teté Costales, ha ido cosiendo su vida a la vera de la mar. Y, sin ... saberlo, ha marcado también la hoja de ruta de muchas otras, llamadas a participar del tan necesario relevo generacional del sector pesquero. La última redera del oriente asturiano, afincada en Lastres, se convirtió ayer oficialmente en la Mujer Rural de Asturias 2023. Recogiendo en Luarca un galardón que dedicó «a todas las rederas dentro y fuera de la región».
Nacida hace 65 años en Tornón (Villaviciosa), «en pueblo más relacionado con la sidra que con la pesca», Teté es hija de una mariscadora de la ría y un carpintero. Llegó a Lastres para trabajar, conoció a un pescador y se casó con él, relata sobre el inicio de su compromiso con la pesca más allá del pescador. «Siempre me llamó mucho la atención cómo armaban y cosían las redes. En cuanto pude hice un curso, hace ya alrededor de treinta años. Y ya nunca volví a soltar la aguja», confiesa.
Con tesón y esperanza por un mejor futuro para las que vienen, Teté señala los pasos dados en reconocimiento de las rederas. Trabajadoras imprescindibles del sector que «parece que hoy en día se reconocen un poco más». «Cuando yo empecé ni siquiera los marineros valoraban mucho el trabajo de las redes. Era algo que siempre tuvieron a su alcance, lo hacían las madres, las hermanas, la mujer o las hijas. En unos años donde ni siquiera le pagaban. Era algo familiar al lado de casa», recuerda.
Experta en el arte del cerco, Teté confiesa que «si siguiera habiendo suficientes barcos de cerco para trabajar no tendría la tienda». Aquella que abrió en 2014 junto con otra compañera en el puerto de Lastres, y donde vende artículos de pesca, cebos vivos, recuerdos para turistas y productos elaborados por ellas mismas a partir de restos de aparejos. Un proyecto que «contribuye a la economía circular», señala Red Asturiana de Desarrollo Rural (Reader) que otorga el preciado galardón. Y que salvó el modo de vida de la artesana.
«Diversificicar mi trabajo era la única manera de seguir», asegura
Consciente de las dificultades del oficio, Teté no pierde de vista el horizonte. Y pide mejor regulación para que su labor sea rentable. «No se puede vivir solo de coser redes, y hay que plantearse algo seriamente. Aunque cada vez haya menos pesca, aunque solo quede un barco, tiene que haber una redera que haga este trabajo. Hay muchas mujeres que veo, en los cursos que doy, a quienes les gusta el oficio, pero económicamente no es viable. Así que van quedando en el camino y buscan otros trabajos. Armadores, pescadores, administraciones y rederas tienen que sentarse para conseguir que lo que cobramos las rederas sea rentable, Somos imprescindibles y no podemos desaparecer», asevera.
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