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Luz María Gómez, ante su consulta del centro de salud de Somiedo.
La enfermera con más solera de Somiedo se jubila: «Éste es un trabajo guapísimo y he sido muy feliz»

La enfermera con más solera de Somiedo se jubila: «Éste es un trabajo guapísimo y he sido muy feliz»

Luz María Gómez pone fin este martes a 37 años de servicio sanitario en un concejo de montaña donde ha tenido que atender desde urgencias en plena nieve o partos imprevistos a picaduras de serpiente y cornadas de vaca

Martes, 25 de marzo 2025, 07:05

Al repasar la hoja de servicios de Luz María Gómez uno se encuentra con desplazamientos en helicóptero, picaduras de víbora, partos imprevistos y heridas profundas ocasionadas por maquinaria agrícola o el golpe de algún animal. Situaciones que dan una pista del entorno en el que se ha desenvuelto esta enfermera de Palencia, que ya lleva media vida en Asturias y es toda una institución en Somiedo, donde ejerce desde hace 37 años.

Este martes Luz María Gómez, conocida entre los vecinos como Luzma, cuelga su bata blanca y pone fin a una carrera profesional que «me ha hecho muy feliz». Ha sido enfermera de Atención Primaria por vocación y enfermera rural por devoción. «Nací y me crié en el puerto de Piedrasluengas, a 1.345 metros de altitud; mi vida siempre fue de pueblo», explica. Por eso, en 1986 concurrió a las oposiciones de enfermería de alta montaña. Y por eso, donde otros colegas ven inconvenientes, ella encontró la esencia de su profesión: «Ésta es la auténtica Enfermería de Primaria, en la que vives la enfermedad con el paciente muy de cerca, codo con codo».

Eligió Asturias «por cercanía» a Palencia y tomó posesión de su plaza en enero de 1987. Su primer destino fue Pola de Allande y poco después llegaría a Somiedo, que acabaría convirtiéndose en su casa. Allí conoció a su marido Herminio Cano, propietario del hotel restaurante Casa Miño. Allí crió a sus dos hijos. Y allí se labró una trayectoria como enfermera que trasciende las puertas del centro de salud. «Trabajar en un pueblo es lo más bonito que hay», asevera.

Mis «viejitos»

Es bonito, pero «nada fácil», porque «estamos lejos» y «las comunicaciones no son buenas». De ahí que «las zonas rurales tengan cada vez menos población y ya sólo quede la gente mayor». De hecho, cuando ella se instaló en Somiedo, el centro de salud de Pola y el consultorio de La Riera tenían adscritas unas 3.000 tarjetas sanitarias. Ahora, son 700. «Lo bueno es que podemos dedicarles a los pacientes más tiempo. Aquí nunca hay prisa», asegura Luz María Gómez.

Ese tiempo es oro en lugares como Somiedo, donde la dispersión geográfica y una demografía muy envejecida convierten la soledad en una dolencia más. «Muchos pacientes vienen a consulta y sólo con que los escuches ya son felices, porque, a lo mejor, viven en una zona sin casas cerca o donde ya casi no quedan vecinos. Es lo que más voy a echar de menos a partir de ahora, a mis viejitos«, apunta la sanitaria con más solera del concejo, que llegó a saber de memoria el número de historia de cada uno de sus pacientes -«y hasta el teléfono de la mayoría»- cuando aún no se había digitalizado la sanidad pública.

Jalonan su historia «mil anécdotas» y momentos entrañables, que explican por qué es tan importante la labor que desarrollan los médicos y enfermeras rurales. En su caso, llegó incluso a pagar de su propio bolsillo un postgrado de Urgencias, para «estar al día» y prepararse mejor frente a posibles eventos críticos. «Al estar tan alejados, hay urgencias graves que tenemos que resolver en el momento antes de derivarlas al hospital», explica Luzma Gómez, que está tan acostumbrada a lidiar con las dificultades inherentes a una zona rural que ya «no las veo para tanto».

«Muchos pacientes vienen a consulta y sólo con que los escuches ya son felices, porque, a lo mejor, viven en una zona sin casas cerca o donde casi no quedan vecinos»

Así, cuenta con absoluta normalidad aquella ocasión en lAa «una señora se puso malina en Valle del Lago por una necrosis intestinal y tuvimos que subir a atenderla en helicóptero porque caía una gran nevada». Esa noche durmieron en su casa, junto a la cocina de leña, y no pudieron regresar a Pola de Somiedo hasta las diez de la mañana del día siguiente, cuando el helicóptero volvió a por ellos.

También recuerda cuando, en plena noche y a través de un camino lleno de barro, la Guardia Civil les llevó hasta Camayor para auxiliar a un vecino que acabaría muriendo por la patada de un caballo. O cuando tuvo que asistir un parto completo en el propio centro de salud, porque la embarazada en cuestión ya no tenía tiempo de llegar al HUCA. Por no hablar de que Luzma Gómez ha curado a «medio Somiedo», está más que familiarizada con las cornadas de vaca o los cortes profundos de motosierra y ha tenido que atender urgencias a 50 minutos en coche del centro de salud.

«Son cosas que no pasan en las ciudades. Pero siempre se llega. Y si no puedes acceder en tu coche, siempre hay un vecino que te viene a buscar en su todoterreno. Aquí todo el mundo colabora a tope. Somos como una gran familia», subraya. Una familia que la echará de menos y a la que ha ido informando personalmente de su jubilación. «Este es un trabajo guapísimo y muy satisfactorio, porque la gente de los pueblos es muy agradecida», incide. Un trabajo del que ella se despide este martes, aunque Luzma Gómez nunca dejará de ser la enfermera de Somiedo.

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