CARLOS BERNAL
TINEO.
Domingo, 19 de febrero 2023, 02:32
Los guilandeiros de Tineo eligieron para dar vida con su onceava mascarada de carnaval los pueblos de San Fructuoso y Folgueras de Cornás. Enfundados en sus tradicionales disfraces, celebraron esta fiesta ancestral, rescatada en 2012, con la que se intenta reivindicar los valores del medio rural. «La mascarada es además de una festividad es una reivindicación dela comunidad, un valor que tenían nuestros abuelos y que hemos perdido», explicó Raúl Tanasio, profesor en la Universidad de Oviedo, nacido en Tineo, que representaba este año el personaje del cura entre los guilandeiros.
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A mediodía, los habitantes de los pueblos de la zona de San Fructuoso iban llegando a la antigua escuela rural de la parroquia, depositando los alimentos que la noche anterior habían preparado para la comparsa carnavalera. Tortillas, bollos preñaos, empanadas y tarta de turrón se repartían por las mesas de la antigua escuela, convertida ahora en centro social por falta de alumnado. Una decena de niños correteaban por su patio, impacientes por ver llegar desfilando a los guilandeiros. Para todos ellos, incluso para los más mayores, se trataba de su primera mascarada.
Enmascarados y al ritmo de gaita y tambor, una hora más tarde, la veintena de personajes de los guilandeiros de Tineo, llegaban caminando a San Fructuoso. El grupo de los feos, presidido por el Choqueiro, brujo armado por un cinturón de chocas, empezaba a realizar sus características trastadas a los vecinos: aporreando, mojando e incluso pellizcándoles. El médico 'sacamuelas', representado por uno de los principales responsables de recuperar las mascaradas en Tineo, Elías Veiga, dijo también alguna trastada a los presentes: «Me han dicho que por esta zona faltan médicos de Atención Primaria, así que os propongo ser yo, y gratis, para que no haya problemas».
El grupo de los guapos, menos atrevidos, lo formaban la peluquera, representada por la concejala de Cultura del concejo, Mayte Ruiz, el sastre y el ángel. Entre todos ellos yacían de la mano, los novios, representada por una pareja de septuagenarios, Elena y Joselín, que desde el primer año realizan la singular sátira teatral del casadorio. Niños, jóvenes, adultos... Todos disfrutaron juntos de esta fiesta. «Hacía muchos años que no nos juntábamos tantos», decía José Manuel Álvarez a Tito, Puri y Javier, quienes fueron compañeros de clase de la antigua escuela rural de San Fructuoso.
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