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Pocas veces la contingencia de la vida es tan clara, su injusticia tan palpable en carne propia y ajena como cuando se trata de un accidente que se lleva una vida joven, como la de Modesto Guerra. Este querido vecino de Cangas acudió ... ayer a desayunar, como casi todos los días, a la cafetería Casa Parla a las ocho de la mañana. Un pincho, un café con leche, una sonrisa y algunos comentarios como los de un día cualquiera, que compartió con los dueños de Casa Parla, que apenas unas horas más tarde estaban, rotos de dolor, hablando de él en pasado, en un dolorido pasado. Ellos le recuerdan como «un buen chaval muy querido y conocido aquí en Cangas. Yo quedé parada, todavía no me lo puedo creer. Entró aquí bien temprano como lo hacía siempre, y nos dio los buenos días con alegría. Le preparamos un pincho frío, porque ni siquiera los teníamos todavía preparados, de lo temprano que era, desayunó y marchó. Es increíble que esté muerto», señaló la encargada de Casa Parla.
Modesto Guerra se había casado en noviembre pasado con María Camelia Patrunjal, de origen rumano. Tenía tres hijas (dos de ellas de un matrimonio anterior). Una de ellas había hecho la comunión, un día de gozo para la familia, el año pasado. La más pequeña, de tres años, es el ojito derecho de toda la familia. Una familia muy conocida no solo en Cangas, sino también en Limés, donde él tenía casa y donde vivieron durante años sus padres, Custodio Guerra y Maite Vázquez, originaria de Carballo, así como los tres hermanos de Modesto, Alia, Custodio y Teresa. Y en Bimeda, donde los padres se habían hecho hace unos años con la propiedad de la Casona de Bimeda, un espectacular inmueble que preside la pequeña localidad, de apenas 25 casas. Custodio vino de Portugal en los años 60 y conoció a Maite, natural de Carballo, en el valle del Cibea. Juntos vivieron unos cuantos años en Limés, población que fue testigo de los primeros pasos de Modesto, hasta que hace unos 38 años se hicieron con la Casona de Bimeda, una casa señorial con historia en el valle del río Naviego, rodeada de los montes que tanto amó Modesto Guerra.
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«Modesto estaba muy ilusionado con su niñita de tres años. Era su tema de conversación. Le brillaban los ojos cuando hablaba de ella», comentaba visiblemente afligida a este periódico, Margarita Arbas, dueña de la panadería El Forno de Manolo, a la que solía acudir el fallecido con regularidad.
«Él y su familia eran clientes nuestros desde hace muchos años, se les va a echar en falta. Es una pérdida muy dolorosa para todos nosotros, no sólo para la familia. Los accidentes pasan, pero hay cosas que nunca entenderemos por qué ocurren», dijo Arbas.
Modesto hacía honor a su nombre. No le gustaba destacar, aunque en la caza sí que lo hacía. Habitual en las batidas que se organizan en la zona para aliviar la intensa carga de jabalíes en los montes del suroccidente, a Modesto le gustaba tanto la caza como subir a los montes.
Pese a trabajar desde hace años en Pirotecnia Pablo como experto en montaje y disparo de sus elaboraciones pirotécnicas, Modesto no formaba parte de ninguna de las peñas de la Descarga. En parte, porque en Cangas la pertenencia a las peñas de la gran fiesta de la pólvora del día del Carmen es parcialmente una cuestión de tradición familiar.
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