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CARLOS BERNAL
SOTO DE LA BARCA (TINEO).
Domingo, 3 de abril 2022, 01:12
«Nací, me crié, hice la comunión, me casé, y seguramente me moriré aquí». Estas son las palabras de resiliencia de Pilar Iglesias Fernández, de 77 años y dueña del restaurante La Casera, el único comercio que nació junto a la central térmica de Soto ... de la Barca en la década de los sesenta y que ha resistido a su cierre definitivo en 2020. «Me duele muchísimo ver cómo este pueblo al que tengo tanto cariño está desapareciendo y no se hace nada», dice desolada 'Pili' mientras, sentada en la terraza de su restaurante mira el cambio que ha experimentado la localidad tinetense.
«Ver que por las ventanas y tejados de los edificios del poblado salen plantas y arboles me duele muchísimo. ¿Por qué no ponen una residencia de ancianos o dejan que las habiten los refugiados ucranianos?», se pregunta la hostelera. El poblado es un complejo de edificios -propiedad de Naturgy- que llegó a ser el hogar de más de 200 familias vinculadas al empleo que proporcionaba la térmica.
«Nadie se explica que deje morir un pueblo y no den alternativas», critica. Como Pilar Iglesias, los vecinos reclaman alternativas que devuelvan la vida a la zona y generen actividad.
Porque el núcleo urbano gozaba de todos los servicios públicos necesarios: disponían de servicio médico, un club social con billar y futbolín, colegio, peluquería y farmacia. También tenían diferentes alternativas de ocio: un cine, dos piscinas y hasta tres restaurantes. Elena fue una antigua alumna del colegio situado en el poblado de Soto. «Éramos más de veinte alumnos en cada clase. Recuerdo la cantidad de padres y coches que nos esperaban a la salida del colegio. Muchos de esos antiguos compañeros de clase tuvieron que emigrar del concejo». Elena Muñiz no se puede creer el estado en el que se encuentra hoy el colegio de su infancia. Las humedades han empezado a pelar el hormigón de las paredes y están a punto de derrumbar el techo. «Era uno de los mejores colegios públicos de la zona», detalla.
Los trabajadores que operaban en la central no tienen fe en que tras su desmantelamiento traiga consigo nuevas iniciativas que generen actividad. «No existe un documento que especifique los futuros de estos terrenos pero sí que existe un documento que dice que va a derribarse todo», critica Víctor Manuel Álvarez delegado de CC OO en la central. Un extrabajador de MASA Galicia, la subcontrata de la central, se queja que pese a que le prometieron un empleo en las labores de desmantelamiento, un mes después de su comienzo, sigue esperando que le llamen.
Carlos Alcedo es la tercera generación de empleados de la central. En ella faenó igual que lo hicieron su padre y su abuelo. «Éramos como una familia, la empresa con nosotros era muy paternalista, si se rompía algo en casa te lo arreglaban», recuerda Salcedo de una época donde la minería española estaba en pleno auge. «Mi padre trabajó en la primera chimenea con carbón autóctono. Yo trabajé en la tercera con carbón importado de Rusia y Colombia», dice este hombre, que tras ser despedido tuvo que emigrar a Oviedo y reciclarse en un trabajo como comercial. «Y como yo hubo muchos», apostilla.
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