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ANDREA ARRUÑADA
CORNELLANA (SALAS).
Lunes, 21 de octubre 2019, 00:52
La mañana amanecía ayer gris en Cornellana y parecía que solo un milagro podría sacar del monasterio de San Salvador a las veinticinco tallas procedentes de quince parroquias del concejo que esperaban en fila para salir en procesión. Pero, al final, la lluvia dio tregua. «Esto es cosa de la Virgen», comentaron divertidas dos trabajadoras del mítico bar Casino.
Milagro o no, lo cierto es que esta procesión, una novedad y una apuesta personal del párroco Arturo García (famoso por su fugaz incursión en la política), fue todo un éxito. Hubo lágrimas, aplausos, vítores al cura y más de un suspiro al paso de las imágenes, algunas muy antiguas, de un valor incalculable y «en malas condiciones», que algunos expertos no recomendaban sacar. Y, como se esperaba, la talla de Santa Ana de Rañadorio fue la estrella de todos los focos.
En Salas saben muy bien de la fama de esta obra del siglo XV desde la polémica restauración de la estanquera de la Espina, y por eso fue la última en salir engalanada con un manto de hortensias. «Prubitina, cómo me la dejaron», se lamentaba una vecina en la puerta del monasterio. Pero no era la opinión generalizada. Y es que en Cornellana parece que el diseño 'fosforito' gusta y el expediente abierto por la Consejería de Cultura y las diligencias judiciales quedaron en un segundo plano frente a la devoción y el colorido que inundó las calles.
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