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BELÉN G. HIDALGO
CANGAS DEL NARCEA.
Lunes, 1 de febrero 2021, 01:20
Las constantes caídas de piedras y los recurrentes argayos que cortan la circulación con cierta no son una novedad para los usuarios de la carretera comarcal AS-29, la vía que une Cangas del Narcea con Ibias a través del Pozo de las Mujeres Muertas. ... En los últimos años han sufrido hasta cuatro cortes de varios días solo en el tramo que discurre en la parte canguesa de la carretera. El último se registró en Yema, a la altura del kilómetro 40,9 hace casi dos meses. Y lo esperaban. Ya en febrero de 2019 el talud había lanzado el primer aviso con otro argayo que también obligó a cortar a vía. Ahora, el Principado invertirá 119.497 euros en sanear y estabilizar el talud que se vino abajo y arrastró parte del acceso a Abanceña.
A lo largo de la AS-29 las rocas, que «son mayoritariamente duras y resistentes, aparecen intensamente fracturadas como consecuencia de su historia geológica y, más localmente, como consecuencia de los efectos de las voladuras cuando se excavaron los taludes de la carretera», explica el geólogo de la Universidad de Oviedo, Carlos López.
Estas rocas en las que está excavada la mayor parte de la AS-29 se formaron hace entre 540 y 470 millones de años, durante un periodo que los geólogos denominan Cámbrico y Ordovícico Inferior-Medio. Se trata principalmente de pizarras, areniscas y cuarcitas. Y son las fracturas de estas rocas la explicación de por qué se producen estos desprendimientos que, además, se dan de forma súbita, lo que los convierte en especialmente peligrosos para los conductores.
Algunos de estos argayos arrojan rocas de gran tamaño, si bien en otras ocasiones, el material desprendido es de menor volumen. Ello depende, indicó López, de la separación entre las fracturas de la roca del talud. «Si las fracturas están cercanas, se originan bloques pequeños; si están muy separadas, bloques grandes», concreta el geólogo. Pero interviene también la orientación de esas fracturas, las lluvias persistentes y la existencia de taludes altos y verticales.
El geólogo reconoce que se trata de una carretera peligrosa por estos desprendimientos. «Los taludes tienen unos factores de seguridad muy bajos al presentar pendientes elevadas y no contar con medidas de estabilización (mallas, bulones, drenaje...) adecuadas», señala, tras apuntar que a falta de estudios de detalle, parece obvia la necesidad de implementar más medidas de estabilización. «Seguramente está entre las carreteras con mayor peligro de caída de rocas en Asturias. Quizás sea la más peligrosa, junto con Belmonte-Somiedo, San Isidro y el puerto de Tarna», señaló López.
A día de hoy, la AS-29 sigue salpicada de señales que alertan de la caída de material a la vía y, en varios puntos, las mallas soportan el peso de rocas que han ido resquebrajándose, anunciando que no tardarán en darse por vencidas. En otros tramos, los taludes esperan una actuación antes de venirse abajo.
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