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belén garcía hidalgo
Lunes, 12 de junio 2017, 17:28
Eran las 16:47 del domingo cuando, en las inmediaciones de Pola de Allande, se registraba un terremoto de magnitud 2,3. Su foco se situó a doce kilómetros de profundidad.
Un vecino de Cereceda -pueblo situado a dos kilómetros de Pola de Allande- que prefiere mantenerse en el anonimato, cuenta que escucharon como «si se acercase un avión de combate, pero no lo veíamos», relata.
Carlos López Fernández, profesor del Departamento de Geología de la Universidad de Oviedo, insiste en que los terremotos como los del domingo en Pola de Allande son habituales en el suroccidente asturiano. «Los terremotos de estas caracerísticas suelen pasar desapercibidos por los humanos. Los perros, por ejemplo, son más sensibles y se ponen muy nerviosos. Suena como si se acercase una locomotora», explica.
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